lunes, 8 de mayo de 2017

Sergio Hernández, Carta a Crhistian Palomino


Para Christian Palomino

Amigo mío, si hay cosa que como futuros docentes nos preocupa, pienso que es esa pregunta por qué es hacer filosofía. Nosotros nos hemos preguntado ya si nos será posible dar una clase de filosofía según la defendemos cada cual o la preferimos; o si el instrumento educativo nos limitará y, en consecuencia, evitará que transmitamos en lo posible lo que sabemos, o si, por el contrario, nos impondrá reglas parámetros y censuras con las que no estamos de acuerdo. En ese sentido somos igual que estudiantes que son normativizados, encasillados, sistematizados… en suma, hechos una total herramienta para otros intereses.

De esas dos maneras de dar una clase de filosofía sé que usted y yo preferimos la perspectiva más libertaría. Lo sé porque lo conozco desde ya hace tiempo y sé que me dará la razón, mi buen amigo, cuando afirmo que es mejor rechazar un sistema que censurar nuestra propia filosofía.

Y es que ¿por qué abríamos de censurar nuestra enseñanza si es así como aprendimos y entendemos? Y acaso, ¿qué hay de la filosofía práctica?, ¿no alcanza a llegar entonces hasta estas instancias?, ¿es porque no hemos escrito un libro?, ¿será porque no hemos leído tantos? Aun así, me atrevo a decir que entendemos, entendemos una mística especial propia del feeling por la filosofía, lo que nos permite notar un para qué nos es útil la filosofía en nuestra vida. ¿Para qué la filosofía? Esta pregunta, considero, debe formularse antes que la pregunta por qué hacer de la filosofía. Se trata de darnos cuenta de para qué nos ha servido en la vida tener conocimientos en filosofía, por fuera de una correcta escritura y una mejor comprensión al leer, cosa que compete más bien al campo docente. Por supuesto, entendemos lo útil que es en la vida académica, pero, por fuera de ella, ¿nos ha sido de utilidad?

Sabemos que en algún momento nos graduaremos y será gracias a la academia que nuestro contexto se solventará; pero por ahora no es así, todavía podemos “montar” la nuestra, y considero necesario hacerlo. Es más, por fuera de la academia todo el mundo monta la suya. Nosotros mismos estamos entre los juegos de poderes de otros que pretenden dirigir nuestro andar, contra esto, la filosofía es medicina que nos devuelve libertad. Hemos encontrado entonces una utilidad valiosísima de la filosofía para nuestras vidas.

Por mi parte, valorando lo que he aprendido y los saberes adquiridos, puedo decir que al menos la filosofía me ha servido para limpiarme de los pecados cristianos. Comprendo que este mundo es inmanente, en donde solo tenemos lo que hay, un solo mundo. Demócrito diría: “date por satisfecho con él y podrás darte una gran alegría” … ¡Esto solo puede ser cosa de la filosofía! Este materialismo tan simple… tan confortante, es a todas cuentas una efectiva cura contra la codicia. Podemos encontrar métodos similares con más autores para cada pecado que intente someter nuestro espíritu a la bajeza de la culpa.

En el libro sobre los cínicos de Onfray, siempre me llamó la atención la forma en la que describe la relación del maestro y su aprendiz. Lo que me hizo pensar en que el maestro debe también enseñar a vivir con él vive, a ser como él es, y a la vez, establecer una distancia en él y el aprendiz para así enseñarle a evitar el culto y a desprenderse. De esta manera un filósofo también puede curar el pensamiento gregario.

No encuentro más que hacer con la filosofía, más que vivir según nuestra propia conveniencia, y como somos demasiado libres como para ser jefes o dueños de alguien (como dice Nietzsche), no encontraremos más en la filosofía que un mejoramiento trabajoso de nuestro propio espíritu.

Espero mi buen amigo, estas consideraciones sobre el qué es hacer filosofía alimenten una grata correspondencia, y logremos pulir aspectos que nos ayuden a comprender mejor nuestro problema. Estaré entonces atento a más consideraciones.


Con gran aprecio.


Sergio Hernández

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