viernes, 18 de noviembre de 2016

Diario, Astrid García

EL LUGAR

20 de octubre de 2016 

Querido diario 

Sé que en los últimos meses no te he escrito lo suficiente. Debo confesar que he estado leyendo mucho para poder escribir. He mantenido conversaciones con la señora Bates sobre el movimiento y sus nociones filosóficas.

Navegando en letras encontré la definición de lugar que Aristóteles dejó. Inicialmente él propone que todas las cosas deben tener un lugar y por tanto un espacio. Es interesante el hecho de abstraer esta idea. Pues si bien siempre nos preguntamos por las cosas y sus características, mucho nos interesamos por el lugar en que residen. Pensar en esto, creo yo, es hacer un uso juicioso y concienzudo de la razón. Aquí entre tú y yo, diario, pienso que todos deberíamos atender al mensaje oculto que tienen las cosas, pero bueno esto es otro tema. 

Para probar la existencia de lugar Aristóteles habla de un principio de sustitución, el cual postula que siempre donde hubo algo habrá otra cosa. Esto quiere decir, que si en una botella hay agua, después de vaciada el agua habrá aire. Y con esto entendemos que un lugar siempre estará provisto de cosas. Entonces, ¿por qué preguntarnos por el lugar? A mi parecer, creo que esto nos da una noción de orden y con ella una suerte de tranquilidad. Pues pienso que los seres humanos necesitamos del orden para sentirnos más seguros y cómodos. Pero a decir verdad el caos me genera más intriga y gusto que el orden, sin embargo pareciera que el orden fuera el pilar de todas las vidas. Después de que entendí la existencia del lugar, me encamine a entender cómo es o mejor aún qué es. Una definición efectiva fue la siguiente: el lugar es el límite del cuerpo continente que está en contacto con el cuerpo contenido. A decir verdad, esta definición me parece un poco abstracta, pues no tiene en cuenta los elementos que pueden conformar un lugar y hacer que este varíe. Quiero rescatar que aun cuando, en un concepto abstracto como este, el lugar sea los límites, pienso que un lugar también lo conforman y determinan las actividades que se hayan realizado en él. Pero bueno estas son solo humildes consideraciones personales. 

Lo que realmente me llama la atención de escribir sobre este tema es el grado de habilidad mental que debemos tener para imaginar el lugar de las cosas, pues no es tan fácil como imaginar un simple cuerpo. Pues si bien, el cuerpo tiene dimensiones (longitud, anchura, profundidad) el lugar no posee estas propiedades, puesto que no es un cuerpo. El lugar es más bien el recipiente donde las cosas están. Quién podría imaginar que cada cosa tiene un recipiente, el cual estará dispuesto a recibir millones de cosas más. En este punto, podría pensar que el lugar sería uno de los agentes más pacientes existentes en el mundo, y que su papel sería relegado al solo existir para contener. Claro que es importante, pues sin él no sé dónde podrían residir las cosas. Pero me gustaría saber si el lugar puede ser o hacer algo más que solo contener. 

Me gusta pensar que no solo contiene, sino que limita. Pues así su papel es protagónico, porque sería gracias a él que las cosas se puedan limitar y con esto es posible la multiplicidad de cosas en el mundo. Porque pienso que si no se limitaran irremediablemente habría una cosa que se expandiría a tal punto que dominaría todo y se impondría como única cosa, y sería bastante triste que la pluralidad que subyace en el mundo se desdibujara.

Querido amigo y confidente, hasta acá llego por hoy, sé que es un poco corto, pero espero nutrirte con más frecuencia. Pues créeme que no miento cuando te digo que hablar contigo es el mejor ejercicio del día. Agradezco tu incesante escucha, pues es importante para mí desahogar los pensamientos que retumban cada segundo en el mar de mi mente. Espero que algún día alguien más te pueda leer y de esta forma quede seducido por esta vibrante pasión que es leer filosofía.


viernes, 11 de noviembre de 2016

Poema, Diana C. Botero

Lo que hay en el vacío

La campana, sonando, llena los espacios.

Pero estos no están nunca vacíos,

Se encuentran repletos de recuerdos, de ruido, de aire,

De cositas que no vemos; pero que están ahí.


Alguna vez pensé que el universo

Estaba lleno de nada, tal vez, porque nunca he estado allí.

Uno podría pensar que se trata del vacío más puro,

Pues allá todo es negro, y no es posible distinguir un arriba y un abajo

Sin ayuda de los planetas, las galaxias y las estrellas.

Sin embargo, el cosmos está lleno de gas intergaláctico

Que no es posible ver, pero que está ahí.


No por no tener algo tangible

Los lugares están vacíos.

Hasta el silencio se encuentra lleno

Por los carrillones de los relojes,

Que son casi imperceptibles;

Pero que están ahí.

Carta, Yeferson Peña

En aquella noche de viernes, recuerdo bien la fecha (19 de Agosto de 2016) mientras que llegaba el crepúsculo de una noche de soledad. Paseaba por mi biblioteca y mientras me tomaba un café capuchino de la rutina, me llamó la atención leer al gran filósofo Aristóteles. Al abrir la primera página me encontré con la frase “Todos los hombres desean por naturaleza saber”. Quería dejar ese libro y mejor buscar algo interesante que no excluyera a la mujer del campo del saber. Sin embargo en mi capricho decidí cambiar la palabra hombres por humanidad. Mi mayor inquietud era averiguar a qué se refería con que la humanidad de alguna manera ya nacía con ese deseo de saber o ¿a qué se refiere este filósofo con la palabra naturaleza?

Entiendo que te molestes cuando empiezo a creerme filósofo y hacerme un montón de preguntas cuando una simple frase me inquieta. Sólo dejaré algunas preguntas en el aire por si te interesa y alguna vez te llama la atención leer dicho texto. Se llama la Metafísica de Aristóteles. Si aceptamos mi capricho, la humanidad incluiría a los niños pero, ¿realmente el niño o niña tiene ese deseo de saber? o ¿seremos nosotros los adultos quienes los obligamos ir a la escuela para que se interese por el saber? Al continuar con la lectura, Aristóteles incluye un elemento que no todos los animales poseen pero todos los seres humanos poseen, a saber, la memoria. Con ella podemos tener la particularidad de aprender y me gusta ver cómo los perros “aprenden” trucos nuevos y reconocen a su amo. Así mismo otros animales. Aun así el hecho de aprender no puede ser lo que me explique por qué es natural en el ser humano el deseo de saber.

No te gustaría saber ¿cómo defiende Aristóteles en su obra esa afirmación? Para no aburrirte con mis preguntas te invito a que leas esta obra grandiosa y te preguntes todo el tiempo por la frase que a mí me llamó tremendamente la atención como para leer toda la obra. “Todos los hombres (humanidad) desean por naturaleza saber” Para mí Aristóteles tenía razón pues quiero saber de esta obra cada vez más y eso que llevo pocos días de haber descubierto que tenía este ejemplar en mi biblioteca.

Con cariño,

Yeferson Peña.

miércoles, 2 de noviembre de 2016

Poema, Diana C. Botero


Un lugar 


Yo vivo en una casa color naranja,

Pero quisiera encontrar otro lugar en donde estar.

Tal vez una cabaña por donde pase el agua,

O en donde encuentre mil lugares para refugiarme.



Un lugar ideal para mí

Sería aquel en donde el silencio reinara,

Donde la naturaleza me permitiera estar en contacto con ella

Y me envolviera.


 ¿Qué lugar podría ser ese lugar?

Quizá una piecita con pasto y flores

O una con un gato enroscado sobre mis piernas.


Un lugar no es lugar por lo que tiene,

Más bien, es lugar por lo que me hace sentir:

Tranquilidad, armonía y libertad.



Tema: Aristóteles, Física IV, 1-4.

lunes, 31 de octubre de 2016

Poema, Bayron Giral

El lugar latinoamericano

Al hacer memoria me doy cuenta de que el lugar es la significación que le damos, 
pues en estas tierras hemos sido testigos de múltiples cambios;
como cuando pasamos de adorar a Bachué, a defender un solo Dios, 
o cuando el oro dejó de moldearse de múltiples figuras
y terminó incrustado en templos pomposos
y las obras de arte fueron cambiadas 
por imágenes referidas a otras culturas,
que permitieron el surgimiento de un sincretismo impensado
determinante en todos los aspectos de nuestra vida: 
el vestuario, las obras de arte, la arquitectura, el pensamiento…
se fueron modificando en el mismo suelo latinoamericano. 

En esta tierra que le da firmeza al cuerpo, estabilidad, posibilidad de movimiento
y se mantiene presionada por el agua chocante,
 fruto de los movimientos continentales
se han asentado pieles de todos los colores 
y se ha mezclado la sangre derramada por tantos revolcones
que muchas veces dejaron el aroma de los victoriosos.

Sus lugares no son los mismos,
cada uno guarda una identidad, 
en muchos aún resuena el eco de los tambores, 
seguido de los rítmicos pasos y los coros
que le cantan al mundo: ¡resistencia! 
Resistencia a destruir la naturaleza
a que todo sea mercantil 
y a perder la conexión del ser humano con el cosmos.  

Latinoamérica: eres un lugar al que fisgan las poderosas potencias del mundo
tu riqueza es una despensa agotable que ellos saquean
pero te mantienes firme, diversa, ¡grande!
esperando a que algún día los frutos de tu tierra sean comunes, 
se acaben las fronteras 
y se reclame que eres el lugar de la libertad 
de la utopía, de los sueños 
donde los bailes se hacen en los aires 
en competencia con las aves
resignificando los lugares.


viernes, 28 de octubre de 2016

Aforismos, Bayron Giral

El eterno retorno de lo distinto es la continuación de la constante lucha de los contrarios, y solo esta explica el movimiento; que el fluir cíclico es unitario, infinito y armónico.

En el arco y la flecha se comprenden cómo la tensión entre los elementos que mantiene la unidad, pues si unas de sus partes impusiera más fuerza sobre otra, la destrucción sería inevitable; por eso se evidencia la armonía de los contrarios.

Todo se arrastra bajo la corriente del movimiento, pero ¿este se puede comprender en cuanto tal? Les digo: solo basta escuchar el logos.

¿A dónde han ido las hojas que han caído? No son sino la continuación de estados de la naturaleza: han  nacido, crecido; en otra época, reverdecido; luego, marchitado; y, finalmente,  terminaron fluyendo con el viento para llegar a mezclarse con la tierra.

La paz y la guerra han sido la historia del ser humano: la constante lucha de unos y otros en pro de sus aspiraciones.

Me pregunto: ¿no será que tanto nacimiento y muerte no es más que  la repetición de una comedia inútil?

Mortales: la oscuridad que a mi razón imputan no es más que el reflejo mundano de tantas contradicciones.

El universo siempre ha existido como constante fuego inacabado, informe, inestable y luminoso: incandescente llama que transforma todo lo que contiene con su capacidad giratoria.

Carta, Diana Acevedo

Bogotá, 13 de octubre de 2016


Estimadas(os) asistentes al seminario de movimiento,


He decidido escribirles el día de hoy porque siento que les debo una explicación de por qué estar aquí estudiando el concepto de lugar. Llevo rato ya pensando sobre el universo de conceptos que nos ocupan y pocas veces me he enfrentado a la necesidad de justificar por qué me parece valioso dedicarse a tan extraña ocupación. Como bien lo saben, lo conversamos aquel jueves, me ha rondado mucho la pregunta de qué sentido tiene filosofar después del 2 de octubre. Esas reflexiones que compartimos me hacen pensar que lo que les escribo hoy tiene algo de urgencia.

Lugar es aquello que compartimos los cuerpos, y muy especialmente los cuerpos vivos. La primera evidencia que nos presenta Aristóteles, así como la primera dificultad, consiste en que el lugar parece distinto de los cuerpos que están en él, pues “allí donde había agua, habrá aire”. Esta primera sentencia nos hace preguntarnos si eso que compartimos por el hecho de ser cuerpos y, por tanto, por existir corporalmente es indiferente o neutral respecto del hecho de que somos y hay cuerpos diferentes. La tradición filosófica occidental, en general, se ha quedado con esta idea; con la sospecha de neutralidad e indiferencia. El lugar no es los cuerpos en él; y no se ve alterado por ellos. El problema es que el 'en tanto cuerpos' que nos hace compartir el lugar o, en rigor, estar en u ocupar un lugar parece apelar a algo universal y común. Hemos creído por tanto que lo que compartimos debe ser 'lo mismo' y no 'lo diferente'. En mi lectura, me sorprende la segunda evidencia que Aristóteles presenta: los desplazamientos de los cuerpos naturales (por eso era importante que ya hubiéramos conversado al respecto) muestran (delousin) no solo que el lugar existe sino que además “ejerce cierto poder” (echein tina dynamin). Esta idea me resulta muy atractiva, si la ampliamos hasta el punto en el que la relación sea recíproca: el lugar tiene la capacidad de afectar los cuerpos, tanto como los cuerpos tienen la capacidad de afectar el lugar. Si a lo anterior le sumamos las diferencias infinitas entre los cuerpos, tendremos entonces infinitos lugares, infinitas formas de estar en un lugar y hacerlo singular por vía de las singularidades que entran en relación en él.

Luego surge la definición, el lugar es el límite del cuerpo continente, si bien esta idea trae muchos problemas de interpretación, algo me llama profundamente la atención: el lugar es aquello que envuelve los cuerpos, como una especie de segunda piel. La idea de límite es, en Aristóteles, altamente abstracta, es algo indiferente, homogéneo e inmóvil. Sin embargo, hay cierta noción de límite que puede ser interesante, justamente por remitirnos a algo muy concreto: el límite es aquello que hace expresiva la diferencia. Un límite nos indica que algo no es, que ha dejado de ser en él, y permite que esto que es se encuentre con otra cosa, algo que es diferente. Por eso los límites, como la piel, permiten el contacto. El lugar es entonces el encuentro de dos o más cuerpos que entran en una relación singular en virtud de su diferencia. Aristóteles insiste mucho en que el lugar no puede moverse con los cuerpos, pues eso nos impediría explicar que los cuerpos cambien de lugar, como parece ser evidente que ocurre. Pero tal como lo he definido, cuando un cuerpo abandona un lugar, cambia de relaciones o rompe las relaciones que antes lo sostenían y definían, el lugar cambia, no vuelve a ser el mismo, tanto como cambian los cuerpos en él. Porque no hay cuerpos sin lugares y no hay lugares sin cuerpos, y no en un nivel formal o abstracto, sino en el nivel más concreto: no hay este lugar sin estos cuerpos, como no hay estos cuerpos sin este lugar. Ahora, la singularidad de un lugar y los cuerpos en él se dan en un tiempo específico, pero requeriríamos un rato del que no dispongo para ampliar esta idea, es decir, cómo el lugar no puede pensarse sin el tiempo.

Quise compartirles lo que más me llama la atención de un concepto y del modo en que este se halla en dependencia y relación con otros conceptos. Aquí les he hablado de cuerpos, me ha faltado expresar el hecho de que estos no tienen una substancia o existencia, ni por tanto un lugar, sino en las acciones o movimientos que realizan. Por eso la singularidad de un lugar está emparentada con las acciones o movimientos que los cuerpos realizan en él: en últimas este haz de acciones y las relaciones que constituyen es lo que hace que haya un lugar, como dirían Gilbert Simondon, es lo que hace que se produzca un lugar. Producir lugares en virtud de la diferencia de acciones y movimientos en los cuerpos me parece una idea muy potente; las posibilidades son infinitas y dan cuenta de una capacidad de creación ilimitada.

Las reflexiones que dirijo a ustedes están ellas mismas en constante construcción, así que prometo mantenerlos al tanto de sus progresos y retrocesos. En parte nuestro seminario es uno de los espacios que reservo para seguir pensando y construyendo estas ideas, razón por la cual agradezco mucho su atención.


Con ustedes,


Diana Acevedo

martes, 25 de octubre de 2016

Ensayo, Andrés Atehortúa


El caso de Abraham (algunas consideraciones)

En medio de las divergencias que existen entre las llamadas tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, es posible hablar de puntos que las acercarían, revelando una Unidad espiritual más armoniosa para sus creyentes. No obstante, estas tres grandes religiones han optado por el distanciamiento a causa de una intensa valoración de las diferencias, por encima de la base común y génesis en la cual las tres descansan. Pese a esas diferencias, en todas existe un grupo de figuras comunes, consideradas como profetas o transmisores del mensaje divino, dentro de los que son reiterados los nombres de Adán, Noé, Moisés, David, María y Jesús. Y aunque en todas, Adán es considerado el primer humano, la figura de Abraham es altamente significativa, pues es en él donde Dios encontró a una persona justa y merecedora de Su Gracia. No en vano es considerado el gran patriarca de la Humanidad. Pero para ganar aquel favor de Dios, Él le pone la gran prueba de fe: “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. (Génesis 22:2) En efecto, Abraham preparó el asno, alistó al muchacho (Isaac) y muy temprano se fue con su hijo, el asno y dos siervos.

La historia de lo que viene es ya conocida: cuando Abraham iba a degollar a su hijo, el ángel lo llama y le detiene. Aquel acto de fe por parte del anciano le hace garante de la promesa y la bendición de Dios: “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”. (Génesis 22:16-18) En resumen se podría decir que la acción de Abraham trajo beneficios para las generaciones futuras, al ser él un ser activo, que se impuso siguiendo un fin (telos) establecido por su propia potencia de actuar, traducida en este caso como fe, logró la promesa de Dios y el inició de una relación conectada por la fe, bien como medio de salvación, vida eterna o sanación. (Habacuc 2:4 - Marcos 5:34)

Sin embargo, lo que me trae a reflexionar acerca de la situación de Abraham e Isaac, no es tanto el asunto teológico que implica la fe, y el dilema ético y religioso que el holocausto de Isaac pudo generarle a Abraham, pues de este tema ya hay un amplio abordaje intelectual, de los cuales destaco Temor y temblor de Kierkegaard. No, tan solo quiero poner en consideración este caso a causa de una pintura de Caravaggio titulada El sacrificio de Isaac (Sacrificio d'Isacco) que me ha llamado la atención a propósito de la relación de movimiento que puede haber entre un moviente activo y un movido que padece. Pues aunque dicha relación de movimiento implicaría procesos antes que acciones intencionales, la pintura en mención no deja de ser sugerente, en tanto pone en consideración unas relaciones internas de quienes intervienen, y también recrea un instante estático en el cual la relación de dominador y dominado es evidente en un primer momento: las manos de Abraham sostienen tanto el cuchillo como el rostro del sacrificado con total firmeza. En esa fortaleza de sus manos, Abraham parece tener la convicción de actuar sin consideraciones. De igual modo, su rostro que mira al ángel que viene a detenerlo no exhibe, en un primer acercamiento, señales de sorpresa, es como si estuviera completamente seguro de lo que va a hacer. Del otro lado está Isaac, el muchacho está completamente sometido, amarrado intenta mirar atrás, y con un gesto de desespero, grita como intentado reconvenir a su padre.

Es fácil desde un primer esbozo polarizar la pintura y poner a un lado a Abraham “el activo”, “el dominante” y por el otro a Isaac “el pasivo” o sea el dominado. “El fuerte, el más grande es quien domina” se puede decir desde una primera impresión amparada en lo que la naturaleza muestra, es igual a decir: un grupo de leonas es más fuerte que un antílope por eso está arriba en la cadena alimenticia, además son más activas y por eso consiguen su presa. Lamentablemente, una jerarquía que ponga en un primer peldaño a un moviente activo por encima de un movido que padece es engañosa. Porque cuando se dice que el moviente se mueve para alcanzar su fin, que le confiere una actualidad, se está pensando en una especie de violencia que recae en el ser pasivo, una suerte de aniquilación de la integridad original del ser que padece. Ahora bien, esta consideración de imposición de uno sobre otro demanda mayor tacto al momento de ser observada, analizada y enunciada, más aun cuando se establecen rótulos de agente y paciente o activo y pasivo, solamente guiados por una modificación externa o formal. Si bien la dimensión formal en relación a un moviente y un movido es fundamental para una referencia acertada del movimiento aristotélico, esta comprensión de lo moviente como activo, y su contraparte como pasivo puesta en el plano de lo humano encierra una serie de problemas. Pero antes de entrar a esta consideración hay un punto importante para mencionar, para ello me alejaré un momento del caso de Abraham e Isaac.

Cuando vemos que algo se mueve por alcanzar algo, como por ejemplo las leonas al antílope, se piensa de inmediato que ellas se imponen y causan sufrimiento al otro animal, de tal suerte que su premio será una comida para los cachorros y en general para la manada. No obstante, cuando algo busca externamente otra cosa ¿no obedece eso a una carencia, a una falta, que obliga a moverse para completarse y llenar así esa carencia? Eso significa que aquel considerado como activo también padece: de puertas para adentro el calvario está latente. Un caso similar en el reino animal ocurre cuando un caimán intenta comerse una anguila eléctrica (Electrophorus electricus), de hecho hay material fílmico al respecto. Cuando el caimán muerde la anguila, esta hace una descarga eléctrica que, alrededor de treinta segundos después, termina matando al reptil. Es decir, aunque en un primer momento exista un ente activo, eso no quiere decir que en todo caso este ente activo se imponga. Por el contrario, la receptividad, no implicará debilidad ni sometimiento.

Retomando la pintura del sacrificio de Isaac, y teniendo en cuenta la apariencia engañosa de la actividad y la receptividad, vemos como los roles parecieran estar definidos: Abraham domina e Isaac es sometido. Y aunque la historia tenga su énfasis marcado en el papel de la fe, un abordaje psicológico de los actores de la historia no debe ser excluido, en tanto se entienda que en el mundo humano el sentir es en muchos casos, por no decir en todos, el determinante del movimiento y, por ende, el actuar y el padecer se pueden convertir en una condición presente dentro de un solo sujeto. Pues ante todo el mundo humano está colmado de una amalgama de intenciones y decisiones, y decidir a favor de esas intenciones es el sol de cada mañana para cada uno de nosotros. Muchas veces esa decisión no implica una exención de padecimientos y ese moverse en el mundo implica andar bajo un sol inclemente en un camino de brazas encendidas.

Es quizá aquello que la pintura no captura en el rostro de Abraham, su dolor, su miedo convertido en angustia ante la irracionalidad del mandato divino, la expresión desesperada se maquilla de certeza ante el origen de la orden: La Palabra de Dios. Pero Abraham teme, padece quizá como nadie lo pueda imaginar ante la inminencia de un asesinato de un hijo que fue entregado por el mismo Dios ¿quién puede sentirse tranquilo cuando alguien que me da algo me lo quita y de una manera tan inesperada? Abraham padece y actúa padeciendo y quizá sufra más que el mismo Isaac. Porque solo el mismo Abraham comprendía su propio sentir frente a la muerte de aquel hijo prometido. Solo Abraham comprendía los sentimientos de Abraham. La pintura se queda estática en el momento de mayor suspenso, a saber, cuando el ángel detiene al patriarca. Sin embargo, cada instante en el que la mano con el cuchillo se acercaba al cuello del muchacho era intensidad infinita para el futuro asesino, era un presente hecho futuro, hecho dolor. Podemos separar el movimiento de la mano de Abraham e individualizarlo en instantes privilegiados para entender cómo la cercanía del arma a la piel era proporcional en miedo y angustia. En virtud de eso podríamos afirmar que hay un ser que actúa y otro que padece, y seguir agregando consideraciones de tipo ético y religioso entorno a esta situación bíblica, así como lo estoy haciendo o como lo hiciera Kierkegaard, no obstante, el padecimiento queda en el universo interno de quien lo vive. Ni la técnica de claro oscuro de Caravaggio, las palabras del filósofo danés o lo que de novedoso haya en mi análisis pueden acercarse al peso emocional de un padecimiento. El sentir es el nombre de nuestro microcosmos, solo él nos pertenece y solo en él se ahogan los ecos de nuestros padecimientos. En suma, es posible vivir frente a los ojos mundanos como un ser activo, como un ser que mueve, pero muchos de esos ojos no afirman lo que también saben que deberían ver y es el autoengaño de ese ser activo que se cree tal cosa, y aquellos que lo ven también se engañan creyendo que él lo es. Pues hay que tener en cuenta que en el mundo de lo humano las jerarquías son estructuras hechas con naipes. Una apuesta llena de coraje, pero a la vez temeraria, surge de ver todo en términos de jerarquías de dominación y sometimiento, porque retan las leyes del universo de contingencia en el que están y, en consecuencia, la posibilidad de caer si nos casamos con ideas de verticalidad y dominio es muy alta. Es el error de ver la pintura del holocausto de Isaac de manera verticalizada, es decir, como una relación de dominio unidireccional. La imagen de Isaac también domina el alma de Abraham y le imprime un padecimiento. Isaac se vuelve un agente activo pues en tanto imagen, él entra y se convierte en recuerdo, instante presente y porvenir para Abraham. Por tal motivo, en el mundo humano, el movimiento, junto con el actuar y el padecer tiene tantas direcciones y posibilidades como la cantidad de nubes que han pasado por el cielo, y una posición que vea o parta de unas jerarquías como criterio primario de reflexión, respecto de lo humano, e intente traer cambio reemplazando una jerarquía por otra, avanza como los cangrejos.

Tema: Aristóteles, Física, III, 1-3.

Ensayo, Andrés Atehortúa


El caso de Abraham (algunas consideraciones)

En medio de las divergencias que existen entre las llamadas tres grandes religiones monoteístas: judaísmo, cristianismo e islam, es posible hablar de puntos que las acercarían, revelando una Unidad espiritual más armoniosa para sus creyentes. No obstante, estas tres grandes religiones han optado por el distanciamiento a causa de una intensa valoración de las diferencias, por encima de la base común y génesis en la cual las tres descansan. Pese a esas diferencias, en todas existe un grupo de figuras comunes, consideradas como profetas o transmisores del mensaje divino, dentro de los que son reiterados los nombres de Adán, Noé, Moisés, David, María y Jesús. Y aunque en todas, Adán es considerado el primer humano, la figura de Abraham es altamente significativa, pues es en él donde Dios encontró a una persona justa y merecedora de Su Gracia. No en vano es considerado el gran patriarca de la Humanidad. Pero para ganar aquel favor de Dios, Él le pone la gran prueba de fe: “Y dijo: Toma ahora tu hijo, tu único, Isaac, a quien amas, y vete a tierra de Moriah, y ofrécelo allí en holocausto sobre uno de los montes que yo te diré”. (Génesis 22:2) En efecto, Abraham preparó el asno, alistó al muchacho (Isaac) y muy temprano se fue con su hijo, el asno y dos siervos.

La historia de lo que viene es ya conocida: cuando Abraham iba a degollar a su hijo, el ángel lo llama y le detiene. Aquel acto de fe por parte del anciano le hace garante de la promesa y la bendición de Dios: “Por mí mismo he jurado, dice Jehová, que por cuanto has hecho esto, y no me has rehusado tu hijo, tu único hijo; de cierto te bendeciré, y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar; y tu descendencia poseerá las puertas de sus enemigos. En tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra, por cuanto obedeciste a mi voz”. (Génesis 22:16-18) En resumen se podría decir que la acción de Abraham trajo beneficios para las generaciones futuras, al ser él un ser activo, que se impuso siguiendo un fin (telos) establecido por su propia potencia de actuar, traducida en este caso como fe, logró la promesa de Dios y el inició de una relación conectada por la fe, bien como medio de salvación, vida eterna o sanación. (Habacuc 2:4 - Marcos 5:34)

Sin embargo, lo que me trae a reflexionar acerca de la situación de Abraham e Isaac, no es tanto el asunto teológico que implica la fe, y el dilema ético y religioso que el holocausto de Isaac pudo generarle a Abraham, pues de este tema ya hay un amplio abordaje intelectual, de los cuales destaco Temor y temblor de Kierkegaard. No, tan solo quiero poner en consideración este caso a causa de una pintura de Caravaggio titulada El sacrificio de Isaac (Sacrificio d'Isacco) que me ha llamado la atención a propósito de la relación de movimiento que puede haber entre un moviente activo y un movido que padece. Pues aunque dicha relación de movimiento implicaría procesos antes que acciones intencionales, la pintura en mención no deja de ser sugerente, en tanto pone en consideración unas relaciones internas de quienes intervienen, y también recrea un instante estático en el cual la relación de dominador y dominado es evidente en un primer momento: las manos de Abraham sostienen tanto el cuchillo como el rostro del sacrificado con total firmeza. En esa fortaleza de sus manos, Abraham parece tener la convicción de actuar sin consideraciones. De igual modo, su rostro que mira al ángel que viene a detenerlo no exhibe, en un primer acercamiento, señales de sorpresa, es como si estuviera completamente seguro de lo que va a hacer. Del otro lado está Isaac, el muchacho está completamente sometido, amarrado intenta mirar atrás, y con un gesto de desespero, grita como intentado reconvenir a su padre.

Es fácil desde un primer esbozo polarizar la pintura y poner a un lado a Abraham “el activo”, “el dominante” y por el otro a Isaac “el pasivo” o sea el dominado. “El fuerte, el más grande es quien domina” se puede decir desde una primera impresión amparada en lo que la naturaleza muestra, es igual a decir: un grupo de leonas es más fuerte que un antílope por eso está arriba en la cadena alimenticia, además son más activas y por eso consiguen su presa. Lamentablemente, una jerarquía que ponga en un primer peldaño a un moviente activo por encima de un movido que padece es engañosa. Porque cuando se dice que el moviente se mueve para alcanzar su fin, que le confiere una actualidad, se está pensando en una especie de violencia que recae en el ser pasivo, una suerte de aniquilación de la integridad original del ser que padece. Ahora bien, esta consideración de imposición de uno sobre otro demanda mayor tacto al momento de ser observada, analizada y enunciada, más aun cuando se establecen rótulos de agente y paciente o activo y pasivo, solamente guiados por una modificación externa o formal. Si bien la dimensión formal en relación a un moviente y un movido es fundamental para una referencia acertada del movimiento aristotélico, esta comprensión de lo moviente como activo, y su contraparte como pasivo puesta en el plano de lo humano encierra una serie de problemas. Pero antes de entrar a esta consideración hay un punto importante para mencionar, para ello me alejaré un momento del caso de Abraham e Isaac.

Cuando vemos que algo se mueve por alcanzar algo, como por ejemplo las leonas al antílope, se piensa de inmediato que ellas se imponen y causan sufrimiento al otro animal, de tal suerte que su premio será una comida para los cachorros y en general para la manada. No obstante, cuando algo busca externamente otra cosa ¿no obedece eso a una carencia, a una falta, que obliga a moverse para completarse y llenar así esa carencia? Eso significa que aquel considerado como activo también padece: de puertas para adentro el calvario está latente. Un caso similar en el reino animal ocurre cuando un caimán intenta comerse una anguila eléctrica (Electrophorus electricus), de hecho hay material fílmico al respecto. Cuando el caimán muerde la anguila, esta hace una descarga eléctrica que, alrededor de treinta segundos después, termina matando al reptil. Es decir, aunque en un primer momento exista un ente activo, eso no quiere decir que en todo caso este ente activo se imponga. Por el contrario, la receptividad, no implicará debilidad ni sometimiento.

Retomando la pintura del sacrificio de Isaac, y teniendo en cuenta la apariencia engañosa de la actividad y la receptividad, vemos como los roles parecieran estar definidos: Abraham domina e Isaac es sometido. Y aunque la historia tenga su énfasis marcado en el papel de la fe, un abordaje psicológico de los actores de la historia no debe ser excluido, en tanto se entienda que en el mundo humano el sentir es en muchos casos, por no decir en todos, el determinante del movimiento y, por ende, el actuar y el padecer se pueden convertir en una condición presente dentro de un solo sujeto. Pues ante todo el mundo humano está colmado de una amalgama de intenciones y decisiones, y decidir a favor de esas intenciones es el sol de cada mañana para cada uno de nosotros. Muchas veces esa decisión no implica una exención de padecimientos y ese moverse en el mundo implica andar bajo un sol inclemente en un camino de brazas encendidas.

Es quizá aquello que la pintura no captura en el rostro de Abraham, su dolor, su miedo convertido en angustia ante la irracionalidad del mandato divino, la expresión desesperada se maquilla de certeza ante el origen de la orden: La Palabra de Dios. Pero Abraham teme, padece quizá como nadie lo pueda imaginar ante la inminencia de un asesinato de un hijo que fue entregado por el mismo Dios ¿quién puede sentirse tranquilo cuando alguien que me da algo me lo quita y de una manera tan inesperada? Abraham padece y actúa padeciendo y quizá sufra más que el mismo Isaac. Porque solo el mismo Abraham comprendía su propio sentir frente a la muerte de aquel hijo prometido. Solo Abraham comprendía los sentimientos de Abraham. La pintura se queda estática en el momento de mayor suspenso, a saber, cuando el ángel detiene al patriarca. Sin embargo, cada instante en el que la mano con el cuchillo se acercaba al cuello del muchacho era intensidad infinita para el futuro asesino, era un presente hecho futuro, hecho dolor. Podemos separar el movimiento de la mano de Abraham e individualizarlo en instantes privilegiados para entender cómo la cercanía del arma a la piel era proporcional en miedo y angustia. En virtud de eso podríamos afirmar que hay un ser que actúa y otro que padece, y seguir agregando consideraciones de tipo ético y religioso entorno a esta situación bíblica, así como lo estoy haciendo o como lo hiciera Kierkegaard, no obstante, el padecimiento queda en el universo interno de quien lo vive. Ni la técnica de claro oscuro de Caravaggio, las palabras del filósofo danés o lo que de novedoso haya en mi análisis pueden acercarse al peso emocional de un padecimiento. El sentir es el nombre de nuestro microcosmos, solo él nos pertenece y solo en él se ahogan los ecos de nuestros padecimientos. En suma, es posible vivir frente a los ojos mundanos como un ser activo, como un ser que mueve, pero muchos de esos ojos no afirman lo que también saben que deberían ver y es el autoengaño de ese ser activo que se cree tal cosa, y aquellos que lo ven también se engañan creyendo que él lo es. Pues hay que tener en cuenta que en el mundo de lo humano las jerarquías son estructuras hechas con naipes. Una apuesta llena de coraje, pero a la vez temeraria, surge de ver todo en términos de jerarquías de dominación y sometimiento, porque retan las leyes del universo de contingencia en el que están y, en consecuencia, la posibilidad de caer si nos casamos con ideas de verticalidad y dominio es muy alta. Es el error de ver la pintura del holocausto de Isaac de manera verticalizada, es decir, como una relación de dominio unidireccional. La imagen de Isaac también domina el alma de Abraham y le imprime un padecimiento. Isaac se vuelve un agente activo pues en tanto imagen, él entra y se convierte en recuerdo, instante presente y porvenir para Abraham. Por tal motivo, en el mundo humano, el movimiento, junto con el actuar y el padecer tiene tantas direcciones y posibilidades como la cantidad de nubes que han pasado por el cielo, y una posición que vea o parta de unas jerarquías como criterio primario de reflexión, respecto de lo humano, e intente traer cambio reemplazando una jerarquía por otra, avanza como los cangrejos.

Tema: Aristóteles, Física, III, 1-3.

Carta, Diana Acevedo


Bogotá, octubre 6 de 2016

A quienes comparten conmigo la labor filosófica en las aulas,

Sumidos en la incertidumbre política, ad portas de echar por la borda seis años de negociaciones por la paz en la Habana, la inclusión la voz de las víctimas, los movimientos sociales y los sectores más golpeados por la guerra; ante la posibilidad de que una vez más el país esté sometido a las feria de las vanidades y ansias de poder de las élites y sus agendas ocultas y decisiones unilaterales, surge inevitablemente la pregunta de si vale la pena filosofar. ¿Filosofar dónde? ¿Filosofar qué? La imagen de la filosofía en su torre de marfil, desvinculada de la realidad, indiferente y con aire de superioridad ante los asuntos terrestres y cotidianos desafía y pone en cuestión el sentido mismo de lo que hacemos. Pero sobre todo, nos hace pensar que la filosofía corre el riesgo de ser un fantasma, una imagen vacía que no se refiere a nada realmente. Quizás el síntoma más fuerte de la crisis consiste en que no hay torre, porque no hay filosofía. La realidad, el peso ontológico, de lo que hacemos a diario en las universidades y, en concreto, en la universidad pública se me escapa de las manos. Adquiere un tono espectral y engañoso: sospecho que no filosofamos. Esas reuniones, esos cónclaves de expertos para rendirle culto a textos, tesis y argumentos de otros, lejanos temporal, geográfica cultural y políticamente de nosotras y nosotros aquí, esas reuniones, carecen por completo de sentido hoy. Hacemos que filosofamos, pero le dejamos a otras y otros la tarea de pensar. Cuando nos imagino como marionetas, me da risa la seriedad con la que nos tomamos una tarea tan vana. No puedo responder si vale la pena filosofar después del 2 de octubre, porque no estoy segura de que hallamos filosofado antes. La filosofía, urbana y elitista, en este país irrevocablemente marcado por la colonia y su máquina de aniquilación, ha fallado desde todo punto de vista. Nos creemos merecedores de ese título vacuo por permanecer idénticos, porque creemos que podemos proseguir como si nada hubiera pasado, a la larga tampoco ha pasado nada antes. No pasó nada en nuestras aulas con las masacres, no pasó nada en nuestras aulas con las desapariciones, el desplazamiento forzado de pueblos enteros, no pasó tampoco nada con el inicio de los diálogos de paz, no pasó nada con su culminación exitosa, no pasó tampoco por las aulas el acuerdo y sus propuestas y hoja de ruta para atender las causas históricas de la guerra. No pasó por los textos que leímos, las tesis que escribimos, los ensayos, los artículos, los libros. Seguimos leyendo a Platón, a Aristóteles, a Kant, a Nietzsche, a Deleuze, a Rancière, a Dummet, a Davidson, a Fregue, a Quine… Y creímos que todo esto valía por sí mismo, y le dedicamos horas de nuestra vida, ¡no podíamos estar más equivocadas(os)! Hacemos que filosofamos, hacemos como si filosofáramos. Esta ademán del pensamiento es el fracaso del pensamiento. Qué clase de cinismo puede hacernos creer que podemos y hemos podido permanecer inalterados ante el terror, ante la capacidad bélica y de exterminio de nuestros compatriotas, ante el desparpajo con el que la clase política se reparte el botín. Sospecho que si creemos que podemos seguir como si nada después del 2 de octubre es porque no hemos filosofado, porque no estamos, ni hemos estado listas(os) para pensar. Entonces, lo que hacemos a diario está lleno de palabrerío, de simulaciones de pensamiento que brillan por el ejercicio de una razón bien entrenada y rigurosa. Hablamos, como si habláramos de algo porque hablamos bien, porque nos atenemos a lo que hemos delimitado como buenas razones o el ámbito de la racionalidad. Nos sentimos seguras(os) allí, confiamos que todo lo que se produzca en ese ámbito estará bien. Pero hay adalides de las buenas razones por todas partes. Los hubo en la campaña por el sí, los hubo en la campaña por el no, los hubo defensores de la abstención que alcanzó casi el 70%. Lo que hacemos en la academia se parece ese circo de pretendidas razones, “razones” por pose, que vivimos en la contienda pública los días anteriores al plebiscito. A casi nadie en ese circo le importaba realmente sobre qué eran esas razones. A la larga esas buenas razones fueron una forma más de habladurías vacías, como la nuestra. Y el sinsentido que se impone cuando triunfan esas palabras vacías es todo lo que queda en plata blanca.

Con ustedes,

Diana Acevedo Zapata





lunes, 24 de octubre de 2016

Carta, Andrés Atehortúa

Mi querido Patroclo:

Espero que Hermes haya llevado con prontitud mis palabras a tus manos, y estés entrenando lo suficiente para la batalla que se avecina. Menelao tiene confianza en tí, y afirma que un hombre tan bello como tú debe mostrar esa belleza en el campo de batalla, y estoy seguro que con el favor de Atenea, Troya caerá y Helena volverá a su tierra con su esposo. Por mi parte te confieso las grandes incertidumbres y miedos que hasta el día de hoy me acompañan. Y aunque me enorgullece ser hijo del gran Peleo, esa sangre mortal que circula por mi cuerpo, también me hace vulnerable a la credulidad de las palabras del oráculo y los videntes.

Te digo esto último, porque hace poco mi madre me recordó, mientras entrenaba en la arena con Áyax, las profecías del anciano Tiresias acerca de mi destino. Ella me dijo que mi impulsividad me podría llevar a la muerte, pero si opto por una vida prudente, consciente de mi parte humana, podré vivir muchos años. ¡Eso para mí son palabras de un viejo loco! Y aunque sé que los dioses lo controlan todo y mi madre, ¡la gran diosa Tetis!, sabe que ese es el destino de los mortales; es cierto, también sé que los dioses premian la lucha y la sabiduría, y junto con el apoyo de mi madre y la ayuda de Atenea y Ares, las palabras del oráculo son solo un desperdicio de sonido. Y son tantos los rumores sobre mi persona, que hasta el mismo Heracles quedaría con la fuerza de un niño ante el peso de tantas palabras absurdas. 

Mi gran amigo, imagínate que hace poco decidí ir a beber unos tragos de vino a Dionisio´s bar, un nuevo lugar en donde les dan atención especial a dioses, héroes y personajes mitológicos. Y aunque fui porque quería despejar un poco la mente, también iba con la intención de enfrentar a un “filósofo” de quien me dicen que se la pasaba negando argumentos de ambas partes, inclusive los de su maestro. Me comentan que a él lo llaman el inventor de la dialéctica, porque trata de mostrar partiendo de otros razonamientos, nuevas formas de considerar los argumentos para revelar en ellos sus problemas. Yo, la verdad, cuando escuche lo que dijo lo consideré un charlatán y un difamador. Y te juro que no me han faltado ganas de golpearlo en el justo instante en el que lo vea. Pero eso no sería digno de un héroe de mi estirpe. Por el contrario, pienso intimidarlo y hacer que se retracte de su calumnia.

Pero bueno, tú te preguntarás quién es ese hombre que me tiene tan enfadado. Se trata de un tal Zenón, me contaron que él viene de Elea, que es una ciudad al occidente. De hecho son un grupo, los eleatas. Estos eleatas están liderados por un tal Parménides que se le pasa hablando de lo uno. La verdad no entiendo bien qué significa eso de lo uno, pero lo que sí entiendo es la arrogancia e irrespeto de este Zenón al tratar de negar esa noción de su maestro y la de sus contradictores. Se cree el mejor de todos. Y tú sabes que ese calificativo solo es digno de los dioses y de nosotros los héroes. ¡Ah, mi gran compañero!, ¿hasta dónde llega la arrogancia de la razón que ya no respeta edad ni experiencia y pretende descubrirlo todo a tal punto de revelar las intimidades de los dioses? No lo entiendo. Pero resulta que este Zenón, a pesar de acudir frecuentemente al bar con su grupo, el día en el que fui a buscarlo, no estaba. Sentí una cólera indescriptible. Solo te puedo decir que solo pensaba en destruirlo todo, y no quisiera pensar qué sería de esa misma cólera si tuviera que verte morir en Troya. Pero ¡qué pena!, mi intención no es augurar calamidades, mas si se tiene cuenta que somos el ejército con los militantes más grandes que ha dado Gea y con nuestra fuerza y sabiduría las columnas de Heracles son solo una parada para avanzar al infinito.

En fin, te estaba comentando la ira que me producía la ausencia de este Zenón en el bar. Pero presumo que también te preguntarás por qué mi odio hacia este hombre. Te respondo diciéndote: no hay persona tan poco informada sobre algo como él o los troyanos que piensan en una victoria sobre nosotros Y, partiendo de esa ignorancia, Zenón, trata de mostrar la imposibilidad del movimiento inventando una carrera, en donde compito contra una tortuga. Yo no tendría problema de servir de ejemplo didáctico. Pero que mi nombre sea usado para argumentar mi derrota es una mentira solo digna del rey de los sofistas, y aun así creo que tal demagogia ruborizaría hasta al mismo Gorgias de quien he escuchado escribió un poema criticando a Parménides.

Aquella mentira consiste en decir que si hacemos una carrera, y yo, como un acto de dignidad hacia la tortuga, la dejo salir primero, a pesar de ser el “de los pies ligeros”, capaz de competir con Perseo cuando usó las sandalias de Hermes, nunca podré dar alcance a la tortuga ¡que mentira más grande que esa! Imagínate si Paris o Príamo leyeran esa historia de Zenón, ¿qué miedo ante ellos les producirá mi figura? ¡Ninguno! Solo risa acompañará su lectura de Zenón. Se burlarán de mí esos malditos orientales. Pero ¿cómo es posible que una cabeza conciba una idea tan absurda de lo qué es la realidad? Cualquiera que tenga pies, tenga un mínimo de velocidad  y sea distinto a una tortuga puede ganarle en una carrera. La tortuga puede estar a cien metros de ventaja respecto de otro ser de pies ligeros, pero siempre será alcanzada. Tal vez por esa razón tienen un fuerte caparazón y así compensa su lentitud evitando ser presa de un águila, un zorro o cualquier otro animal. No entiendo, por qué es de interés un argumento tan ridículo. Es negar lo que la sensibilidad nos dicta, todo se mueve, y hay cosas que se mueven más rápido que otras. Es irrespetar esos primeros principios de la naturaleza, los cuales están establecidos por la divinidad.

Y faltando más desgracias para mi orgullo, en ese preciso instante se acercó a mi mesa una liebre, al principio no la reconocí, porque además se veía muy demacrada, su pelo no tenía el brillo propio de un animal de su belleza, luego reconocí que era la liebre que compitió con la tortuga y perdió con ella. Y en un tono un tanto cínico me saludó diciendo: “He aquí a mi compañero de derrotas”. Cuanta arrogancia acompañaba a ese pequeño animal. Pero al verlo en tal decadencia solo sentí lástima a su insulso saludo y preferí invitarle una copa.

-Supongo que vienes a buscar a Zenón. Me dijo la liebre.

-Que astuta eres. Le respondí.

-No lo creas así, mi noble amigo. En efecto en una época fui considerado como el animal más veloz en todo el sentido de la palabra, hasta para los razonamientos. Pero la razón en conjunción con el orgullo es más peligrosa que Eros embriagado. -Me dijo mientras bajaba la mirada.

-Por qué lo dices, no lo entiendo. -Le dije.

La verdad no recuerdo el orden exacto de sus palabras, pero intentaré reproducir de la mejor manera las principales conclusiones que salieron de la conversación. Esperando que mis palabras sean tan claras como las aguas de la fuente de Castalia. Ten por lo tanto paciencia y sigue con cuidado lo que viene a continuación:

Me dijo la liebre que esa tortuga con la que compitió no era una “tortuga común”. Por el contrario, esa tortuga era una especie de “tortuga sabia” introducida en los misterios de la naturaleza y comprometida con adquirir el conocimiento de lo que son las cosas en verdad. Es por eso que no en vano Zenón se basó en ella para elaborar su argumento. Me dijo la liebre que a esa tortuga le gustaba confrontar a los “poseedores de la verdad” haciéndoles caer en sus propias contradicciones, algo parecido a lo que está haciendo un joven ateniense llamado Sócrates. Y lo más interesante de esa tortuga está en su forma de demostración, porque intenta mostrar que el ser, o sea lo que es propio de la verdad, se dice de muchas maneras y está sometido a muchas perspectivas. Algunas de ellas parten, inclusive, desde lo que cotidianamente se dice acerca de las cosas. Por ese interés a la verdad es que la tortuga aceptaba retos y decidió enfrentarse a la liebre. En resumen, tanto ella (la tortuga) como Zenón querían mostrarnos que el movimiento no solo se da como muchos creemos en virtud de la velocidad, sino que hay otros problemas que son a veces imperceptibles a un ojo y una razón poco entrenados, haciendo que haya aporías dentro del propio concepto cuando se incluyen otras variables, llegando al punto de ser imposible que se dé una concepción del movimiento libre de refutaciones cuando esas variables son tenidas en cuenta con todo rigor.

Estimo que al momento de haber leído lo anterior una curiosidad por saber a qué se refería la liebre invadió cada rincón de tu cuerpo, y las palabras quedaron en suspenso. Así me sentí yo, y esa ira que me secundaba cayó en un profundo letargo como si hubiese escuchado una melodía de Orfeo. Me dijo la libre que el movimiento implicaba no solamente un desplazamiento de un punto A hacia un punto B. Y, en efecto, visualmente podemos ver ese avanzar traducido en un cambio de posición. Sin embargo, el movimiento tiene unas connotaciones que van más allá de lo sensible y de lo que puede entenderse como materialidad avanzando en un espacio también material. En ese sentido, las otras variables que van a aparecer junto con una noción del tiempo implicarán hacer unas abstracciones para entenderlas mejor. Pero se puede decir que se dan al entender, por ejemplo, el carácter de magnitud que el espacio y el tiempo poseen, al igual que el movimiento que se da con ellos. Tienes que estar preparado y leer con mucho cuidado lo que vendrá a continuación porque explicarlo no es nada fácil y estimo que la liebre tardó mucho tiempo en encontrar las palabras exactas para explicar lo que me explicó. 

Entendí que hay algo que es la magnitud, y esa magnitud al igual que todo se dice de muchas maneras. Unos se refieren a la magnitud como definitoria de la materia en términos de cantidad, “hay mucho o hay poco”; o en términos de cualidad, “es grande o es pequeño”. Por lo tanto, si pensamos el movimiento podemos decir que yo me muevo más rápido [magnitud mayor] que la tortuga y la puedo alcanzar, lo cual es lo correcto. Sin embargo para efectos explicativos hay que tener en cuenta que para muchos el movimiento se da como una sucesión de magnitudes en donde se dice que algo se mueve porque avanza más y más, acaparando más magnitudes. De eso primero, pude concluir que el movimiento, para que se dé, tiene que darse bajo el marco de una multiplicidad. Y en eso encuentro sentido a la crítica de Zenón a Parménides acerca de eso que este último llama uno. Porque si lo uno existe como principio de todo, ¿cómo se explica el aumento y disminución de las cosas?, ¿al igual que la existencia de diferentes entes? Además, concluí que el movimiento debe ser divisible en diferentes magnitudes para que demos cuenta de él. Porque si no fuera divisible en magnitudes perfectamente diferenciables, hablaríamos de una unidad estable en la que no hay cambio. 

A mis conclusiones la liebre le dio un complemento que se relaciona con la negación de lo uno que buscaba Zenón. Me dijo que si lo uno de Parménides es algo que es material, porque es la base de todo lo existente, necesariamente debe poderse dividir y dividir con claridad porque él (Parménides) lo relaciona con un círculo que al ser una figura en la cual todos sus puntos son equidistantes del centro no admite desigualdades en su constitución material. Pero desde ahí ya implicaría una posibilidad de ser traducido en magnitudes divisibles, haciéndole dejar de ser uno desde un sentido lógico, es decir, desde una relación conceptual. Pero del mismo modo si lo uno es múltiple al ser divisible, ya no es uno, y cómo lo múltiple no existe según Parménides, tampoco lo uno existiría. 

Con lo que has leído hasta aquí estimo que debes estar en una aporía, y eso es precisamente lo que quería Zenón haciendo un mal uso de mi nombre, pero hay más. Porque si el movimiento se da gracias a magnitudes múltiples, porque no es uno, y dado que fuera una unidad, no existiría como movimiento. Así que, las múltiples magnitudes en las que se puede dividir el movimiento para que se dé cómo tal demandarían constantes divisiones en lo recorrido para que sea posible afirmar la existencia de un avance. Esto no lo entendí, y solo fue posible comprenderlo cuando la liebre me lo hizo más gráfico. Ella me representó una línea con unos números separados entre sí con igual distancia, cada número representa un lugar respecto del espacio. La liebre me dijo que de hecho esta era la famosa aporía de Zenón llamada Aquiles contra la tortuga. Fue muy extraño oírme como tercera persona compitiendo contra una tortuga. La liebre me dijo que la aporía por la cual no es posible el movimiento consiste en que yo, a pesar de darle ventaja a la tortuga y ser más rápido que ella, quedaría atrapado en una serie de magnitudes infinitas que debo recorrer y, cuando se piensa que he avanzado debo recorrer otras magnitudes muy pequeñas, pero dada su cantidad se convierten en infinitas.

No pude soportar tal absurdo argumentativo. Mi mano temblaba mientras se esforzaba por no destruir la copa de bronce. La liebre lo advirtió y, para calmarme, en un buen gesto me explicó la intención de Zenón y de la tortuga, que era ante todo mostrar otras consideraciones entorno a lo que llamamos la verdad de las cosas. La verdad no es una en el sentido parmenídeo pero tampoco es múltiple en el nivel de lo expuesto por Anaximandro; implicando una imposibilidad de definir las cosas desde lo común. Más bien pareciera que Zenón quería poner en consideración una realidad de carácter numérico, que va de la mano y permite ayudar a comprender la verdad de la naturaleza y facilita el descubrimiento de los errores en muchos razonamientos, sobre todo aquellos que optan por omitir el componente cuantitativo de las realidades físicas.

Finalmente la liebre me comentó que su derrota también estaba auspiciada por un desconocimiento de otros componentes de lo físico. En su caso aquel desconocimiento era el del tiempo como una gran magnitud susceptible de ser dividida en otras muy pequeñas. Ella (la liebre) pensó, al ver la imposibilidad de la tortuga para alcanzarla, que la distancia que tenía de ventaja era suficiente para darle tiempo de tomar una siesta. ¡Craso error! La distancia no era tan grande y el tiempo de ventaja tampoco lo era. El tiempo y el espacio, sin considerar la velocidad, presentan magnitudes equivalentes. La liebre se durmió y la consecuencia es la mayor vergüenza que ni un héroe como yo ha vivido. Porque esa aporía es un mero ejercicio teórico, pero aquel animal tuvo que vivir la vergüenza. Y lamentablemente, para ella, su deshonra, se hizo pública al ser difundido el caso en las fábulas de Esopo, pues ese viejo chismoso estaba ahí cuando todo pasó y solo tuvo que escribirlo o contárselo a otra persona y quedar, quizá para la posteridad, como una figura de la cultura griega.

Escuchar esas últimas palabras de la liebre, me hicieron sentir como hecho de cristal y aquella cólera, digna de Poseidón frente a aquellos que osan retarlo frente a las costas del mar, cesó haciéndome recordar la armonía de los movimientos celestes incólumes; me sentí como si fuera un astro contemplando el caos que reina en todo lo existente bajo la sombra de la luna, del mismo modo que lo hacía Selene al contemplar el eterno sueño del joven Endimión. No obstante, quisiera poder encontrar a este filósofo charlatán y pedirle que me explique sus argumentos, esa aporía y las otras que me dijeron que tiene, o poder hablar con esa tortuga que es lo bastante temeraria para retar a los mejores con el fin de hacerlos quedar en ridículo al hacerles ver su ignorancia.

Bien, no te quito más tiempo, mi muy estimado amigo. Pero mi sorpresa e ira fue tal al oír de esa aporía que atenta contra mi heroica figura que la brevedad para descargar todo eso que me oprimía no era una posibilidad. Pero sabiendo que tú leíste mis palabras la tranquilidad vuelve a mí. Ahora por lo pronto, cuento los días para poderte ver y disfrutar de la batalla a tu lado, deseando que Hipnos y Nix traigan paz en tus sueños y el divino rayo de Zeus guie con prudencia y valentía tus días. 

Con cariño.

Aquiles.

Carta, Andrés Atehortúa

Mi querido Patroclo:

Espero que Hermes haya llevado con prontitud mis palabras a tus manos, y estés entrenando lo suficiente para la batalla que se avecina. Menelao tiene confianza en tí, y afirma que un hombre tan bello como tú debe mostrar esa belleza en el campo de batalla, y estoy seguro que con el favor de Atenea, Troya caerá y Helena volverá a su tierra con su esposo. Por mi parte te confieso las grandes incertidumbres y miedos que hasta el día de hoy me acompañan. Y aunque me enorgullece ser hijo del gran Peleo, esa sangre mortal que circula por mi cuerpo, también me hace vulnerable a la credulidad de las palabras del oráculo y los videntes.

Te digo esto último, porque hace poco mi madre me recordó, mientras entrenaba en la arena con Áyax, las profecías del anciano Tiresias acerca de mi destino. Ella me dijo que mi impulsividad me podría llevar a la muerte, pero si opto por una vida prudente, consciente de mi parte humana, podré vivir muchos años. ¡Eso para mí son palabras de un viejo loco! Y aunque sé que los dioses lo controlan todo y mi madre, ¡la gran diosa Tetis!, sabe que ese es el destino de los mortales; es cierto, también sé que los dioses premian la lucha y la sabiduría, y junto con el apoyo de mi madre y la ayuda de Atenea y Ares, las palabras del oráculo son solo un desperdicio de sonido. Y son tantos los rumores sobre mi persona, que hasta el mismo Heracles quedaría con la fuerza de un niño ante el peso de tantas palabras absurdas. 

Mi gran amigo, imagínate que hace poco decidí ir a beber unos tragos de vino a Dionisio´s bar, un nuevo lugar en donde les dan atención especial a dioses, héroes y personajes mitológicos. Y aunque fui porque quería despejar un poco la mente, también iba con la intención de enfrentar a un “filósofo” de quien me dicen que se la pasaba negando argumentos de ambas partes, inclusive los de su maestro. Me comentan que a él lo llaman el inventor de la dialéctica, porque trata de mostrar partiendo de otros razonamientos, nuevas formas de considerar los argumentos para revelar en ellos sus problemas. Yo, la verdad, cuando escuche lo que dijo lo consideré un charlatán y un difamador. Y te juro que no me han faltado ganas de golpearlo en el justo instante en el que lo vea. Pero eso no sería digno de un héroe de mi estirpe. Por el contrario, pienso intimidarlo y hacer que se retracte de su calumnia.

Pero bueno, tú te preguntarás quién es ese hombre que me tiene tan enfadado. Se trata de un tal Zenón, me contaron que él viene de Elea, que es una ciudad al occidente. De hecho son un grupo, los eleatas. Estos eleatas están liderados por un tal Parménides que se le pasa hablando de lo uno. La verdad no entiendo bien qué significa eso de lo uno, pero lo que sí entiendo es la arrogancia e irrespeto de este Zenón al tratar de negar esa noción de su maestro y la de sus contradictores. Se cree el mejor de todos. Y tú sabes que ese calificativo solo es digno de los dioses y de nosotros los héroes. ¡Ah, mi gran compañero!, ¿hasta dónde llega la arrogancia de la razón que ya no respeta edad ni experiencia y pretende descubrirlo todo a tal punto de revelar las intimidades de los dioses? No lo entiendo. Pero resulta que este Zenón, a pesar de acudir frecuentemente al bar con su grupo, el día en el que fui a buscarlo, no estaba. Sentí una cólera indescriptible. Solo te puedo decir que solo pensaba en destruirlo todo, y no quisiera pensar qué sería de esa misma cólera si tuviera que verte morir en Troya. Pero ¡qué pena!, mi intención no es augurar calamidades, mas si se tiene cuenta que somos el ejército con los militantes más grandes que ha dado Gea y con nuestra fuerza y sabiduría las columnas de Heracles son solo una parada para avanzar al infinito.

En fin, te estaba comentando la ira que me producía la ausencia de este Zenón en el bar. Pero presumo que también te preguntarás por qué mi odio hacia este hombre. Te respondo diciéndote: no hay persona tan poco informada sobre algo como él o los troyanos que piensan en una victoria sobre nosotros Y, partiendo de esa ignorancia, Zenón, trata de mostrar la imposibilidad del movimiento inventando una carrera, en donde compito contra una tortuga. Yo no tendría problema de servir de ejemplo didáctico. Pero que mi nombre sea usado para argumentar mi derrota es una mentira solo digna del rey de los sofistas, y aun así creo que tal demagogia ruborizaría hasta al mismo Gorgias de quien he escuchado escribió un poema criticando a Parménides.

Aquella mentira consiste en decir que si hacemos una carrera, y yo, como un acto de dignidad hacia la tortuga, la dejo salir primero, a pesar de ser el “de los pies ligeros”, capaz de competir con Perseo cuando usó las sandalias de Hermes, nunca podré dar alcance a la tortuga ¡que mentira más grande que esa! Imagínate si Paris o Príamo leyeran esa historia de Zenón, ¿qué miedo ante ellos les producirá mi figura? ¡Ninguno! Solo risa acompañará su lectura de Zenón. Se burlarán de mí esos malditos orientales. Pero ¿cómo es posible que una cabeza conciba una idea tan absurda de lo qué es la realidad? Cualquiera que tenga pies, tenga un mínimo de velocidad  y sea distinto a una tortuga puede ganarle en una carrera. La tortuga puede estar a cien metros de ventaja respecto de otro ser de pies ligeros, pero siempre será alcanzada. Tal vez por esa razón tienen un fuerte caparazón y así compensa su lentitud evitando ser presa de un águila, un zorro o cualquier otro animal. No entiendo, por qué es de interés un argumento tan ridículo. Es negar lo que la sensibilidad nos dicta, todo se mueve, y hay cosas que se mueven más rápido que otras. Es irrespetar esos primeros principios de la naturaleza, los cuales están establecidos por la divinidad.

Y faltando más desgracias para mi orgullo, en ese preciso instante se acercó a mi mesa una liebre, al principio no la reconocí, porque además se veía muy demacrada, su pelo no tenía el brillo propio de un animal de su belleza, luego reconocí que era la liebre que compitió con la tortuga y perdió con ella. Y en un tono un tanto cínico me saludó diciendo: “He aquí a mi compañero de derrotas”. Cuanta arrogancia acompañaba a ese pequeño animal. Pero al verlo en tal decadencia solo sentí lástima a su insulso saludo y preferí invitarle una copa.

-Supongo que vienes a buscar a Zenón. Me dijo la liebre.

-Que astuta eres. Le respondí.

-No lo creas así, mi noble amigo. En efecto en una época fui considerado como el animal más veloz en todo el sentido de la palabra, hasta para los razonamientos. Pero la razón en conjunción con el orgullo es más peligrosa que Eros embriagado. -Me dijo mientras bajaba la mirada.

-Por qué lo dices, no lo entiendo. -Le dije.

La verdad no recuerdo el orden exacto de sus palabras, pero intentaré reproducir de la mejor manera las principales conclusiones que salieron de la conversación. Esperando que mis palabras sean tan claras como las aguas de la fuente de Castalia. Ten por lo tanto paciencia y sigue con cuidado lo que viene a continuación:

Me dijo la liebre que esa tortuga con la que compitió no era una “tortuga común”. Por el contrario, esa tortuga era una especie de “tortuga sabia” introducida en los misterios de la naturaleza y comprometida con adquirir el conocimiento de lo que son las cosas en verdad. Es por eso que no en vano Zenón se basó en ella para elaborar su argumento. Me dijo la liebre que a esa tortuga le gustaba confrontar a los “poseedores de la verdad” haciéndoles caer en sus propias contradicciones, algo parecido a lo que está haciendo un joven ateniense llamado Sócrates. Y lo más interesante de esa tortuga está en su forma de demostración, porque intenta mostrar que el ser, o sea lo que es propio de la verdad, se dice de muchas maneras y está sometido a muchas perspectivas. Algunas de ellas parten, inclusive, desde lo que cotidianamente se dice acerca de las cosas. Por ese interés a la verdad es que la tortuga aceptaba retos y decidió enfrentarse a la liebre. En resumen, tanto ella (la tortuga) como Zenón querían mostrarnos que el movimiento no solo se da como muchos creemos en virtud de la velocidad, sino que hay otros problemas que son a veces imperceptibles a un ojo y una razón poco entrenados, haciendo que haya aporías dentro del propio concepto cuando se incluyen otras variables, llegando al punto de ser imposible que se dé una concepción del movimiento libre de refutaciones cuando esas variables son tenidas en cuenta con todo rigor.

Estimo que al momento de haber leído lo anterior una curiosidad por saber a qué se refería la liebre invadió cada rincón de tu cuerpo, y las palabras quedaron en suspenso. Así me sentí yo, y esa ira que me secundaba cayó en un profundo letargo como si hubiese escuchado una melodía de Orfeo. Me dijo la libre que el movimiento implicaba no solamente un desplazamiento de un punto A hacia un punto B. Y, en efecto, visualmente podemos ver ese avanzar traducido en un cambio de posición. Sin embargo, el movimiento tiene unas connotaciones que van más allá de lo sensible y de lo que puede entenderse como materialidad avanzando en un espacio también material. En ese sentido, las otras variables que van a aparecer junto con una noción del tiempo implicarán hacer unas abstracciones para entenderlas mejor. Pero se puede decir que se dan al entender, por ejemplo, el carácter de magnitud que el espacio y el tiempo poseen, al igual que el movimiento que se da con ellos. Tienes que estar preparado y leer con mucho cuidado lo que vendrá a continuación porque explicarlo no es nada fácil y estimo que la liebre tardó mucho tiempo en encontrar las palabras exactas para explicar lo que me explicó. 

Entendí que hay algo que es la magnitud, y esa magnitud al igual que todo se dice de muchas maneras. Unos se refieren a la magnitud como definitoria de la materia en términos de cantidad, “hay mucho o hay poco”; o en términos de cualidad, “es grande o es pequeño”. Por lo tanto, si pensamos el movimiento podemos decir que yo me muevo más rápido [magnitud mayor] que la tortuga y la puedo alcanzar, lo cual es lo correcto. Sin embargo para efectos explicativos hay que tener en cuenta que para muchos el movimiento se da como una sucesión de magnitudes en donde se dice que algo se mueve porque avanza más y más, acaparando más magnitudes. De eso primero, pude concluir que el movimiento, para que se dé, tiene que darse bajo el marco de una multiplicidad. Y en eso encuentro sentido a la crítica de Zenón a Parménides acerca de eso que este último llama uno. Porque si lo uno existe como principio de todo, ¿cómo se explica el aumento y disminución de las cosas?, ¿al igual que la existencia de diferentes entes? Además, concluí que el movimiento debe ser divisible en diferentes magnitudes para que demos cuenta de él. Porque si no fuera divisible en magnitudes perfectamente diferenciables, hablaríamos de una unidad estable en la que no hay cambio. 

A mis conclusiones la liebre le dio un complemento que se relaciona con la negación de lo uno que buscaba Zenón. Me dijo que si lo uno de Parménides es algo que es material, porque es la base de todo lo existente, necesariamente debe poderse dividir y dividir con claridad porque él (Parménides) lo relaciona con un círculo que al ser una figura en la cual todos sus puntos son equidistantes del centro no admite desigualdades en su constitución material. Pero desde ahí ya implicaría una posibilidad de ser traducido en magnitudes divisibles, haciéndole dejar de ser uno desde un sentido lógico, es decir, desde una relación conceptual. Pero del mismo modo si lo uno es múltiple al ser divisible, ya no es uno, y cómo lo múltiple no existe según Parménides, tampoco lo uno existiría. 

Con lo que has leído hasta aquí estimo que debes estar en una aporía, y eso es precisamente lo que quería Zenón haciendo un mal uso de mi nombre, pero hay más. Porque si el movimiento se da gracias a magnitudes múltiples, porque no es uno, y dado que fuera una unidad, no existiría como movimiento. Así que, las múltiples magnitudes en las que se puede dividir el movimiento para que se dé cómo tal demandarían constantes divisiones en lo recorrido para que sea posible afirmar la existencia de un avance. Esto no lo entendí, y solo fue posible comprenderlo cuando la liebre me lo hizo más gráfico. Ella me representó una línea con unos números separados entre sí con igual distancia, cada número representa un lugar respecto del espacio. La liebre me dijo que de hecho esta era la famosa aporía de Zenón llamada Aquiles contra la tortuga. Fue muy extraño oírme como tercera persona compitiendo contra una tortuga. La liebre me dijo que la aporía por la cual no es posible el movimiento consiste en que yo, a pesar de darle ventaja a la tortuga y ser más rápido que ella, quedaría atrapado en una serie de magnitudes infinitas que debo recorrer y, cuando se piensa que he avanzado debo recorrer otras magnitudes muy pequeñas, pero dada su cantidad se convierten en infinitas.

No pude soportar tal absurdo argumentativo. Mi mano temblaba mientras se esforzaba por no destruir la copa de bronce. La liebre lo advirtió y, para calmarme, en un buen gesto me explicó la intención de Zenón y de la tortuga, que era ante todo mostrar otras consideraciones entorno a lo que llamamos la verdad de las cosas. La verdad no es una en el sentido parmenídeo pero tampoco es múltiple en el nivel de lo expuesto por Anaximandro; implicando una imposibilidad de definir las cosas desde lo común. Más bien pareciera que Zenón quería poner en consideración una realidad de carácter numérico, que va de la mano y permite ayudar a comprender la verdad de la naturaleza y facilita el descubrimiento de los errores en muchos razonamientos, sobre todo aquellos que optan por omitir el componente cuantitativo de las realidades físicas.

Finalmente la liebre me comentó que su derrota también estaba auspiciada por un desconocimiento de otros componentes de lo físico. En su caso aquel desconocimiento era el del tiempo como una gran magnitud susceptible de ser dividida en otras muy pequeñas. Ella (la liebre) pensó, al ver la imposibilidad de la tortuga para alcanzarla, que la distancia que tenía de ventaja era suficiente para darle tiempo de tomar una siesta. ¡Craso error! La distancia no era tan grande y el tiempo de ventaja tampoco lo era. El tiempo y el espacio, sin considerar la velocidad, presentan magnitudes equivalentes. La liebre se durmió y la consecuencia es la mayor vergüenza que ni un héroe como yo ha vivido. Porque esa aporía es un mero ejercicio teórico, pero aquel animal tuvo que vivir la vergüenza. Y lamentablemente, para ella, su deshonra, se hizo pública al ser difundido el caso en las fábulas de Esopo, pues ese viejo chismoso estaba ahí cuando todo pasó y solo tuvo que escribirlo o contárselo a otra persona y quedar, quizá para la posteridad, como una figura de la cultura griega.

Escuchar esas últimas palabras de la liebre, me hicieron sentir como hecho de cristal y aquella cólera, digna de Poseidón frente a aquellos que osan retarlo frente a las costas del mar, cesó haciéndome recordar la armonía de los movimientos celestes incólumes; me sentí como si fuera un astro contemplando el caos que reina en todo lo existente bajo la sombra de la luna, del mismo modo que lo hacía Selene al contemplar el eterno sueño del joven Endimión. No obstante, quisiera poder encontrar a este filósofo charlatán y pedirle que me explique sus argumentos, esa aporía y las otras que me dijeron que tiene, o poder hablar con esa tortuga que es lo bastante temeraria para retar a los mejores con el fin de hacerlos quedar en ridículo al hacerles ver su ignorancia.

Bien, no te quito más tiempo, mi muy estimado amigo. Pero mi sorpresa e ira fue tal al oír de esa aporía que atenta contra mi heroica figura que la brevedad para descargar todo eso que me oprimía no era una posibilidad. Pero sabiendo que tú leíste mis palabras la tranquilidad vuelve a mí. Ahora por lo pronto, cuento los días para poderte ver y disfrutar de la batalla a tu lado, deseando que Hipnos y Nix traigan paz en tus sueños y el divino rayo de Zeus guie con prudencia y valentía tus días. 

Con cariño.

Aquiles.

martes, 18 de octubre de 2016

Carta, Miguel Ángel Espitia

22 de septiembre del 2016

Querido Doctor Hoyos,

Hoy fue un día muy extraño dado que recordé aquellos tiempos en donde mi proyecto de vida era muy diferente al que tengo ahora. También recordé cuando usted querido doctor me pasó aquel libro de anatomía que contenía imágenes explícitas de cuerpos reales, el cual me impactó mucho pero aun así seguía decidido a estudiar enfermería, aunque como bien sabe usted muchas cosas no dejaron que siguiera ese camino. Por lo tanto, empecé mi formación como licenciado en filosofía el cual ha sido una transformación de todo mi ser y usted recordará que cuando yo tenía 16 años, el primer libro que estudié fue la Crítica de la Razón Pura. Pero bien usted se preguntará ¿para qué le he contado todo lo anterior? y ¿cuál es el motivo por el cual le escribo?

Pues bien, hoy visité el hospital en donde hacía mis practicas cuando estudiaba enfermería y paso algo muy curioso, dado que yo estaba sentado en la sala de cirugía esperando a que mi amigo Joan terminara una operación para salir a dialogar un rato. En ese momento se me acercó un auxiliar y me dijo: “hola Jefe ¿cómo has estado?” la verdad yo no me acordaba de él, sin embargo, le respondí cordialmente que me encontraba bien, pero que ya no era Jefe dado que ya no estaba estudiando enfermería profesional, sino que me dedicaba a la enseñanza de la filosofía. En ese momento el auxiliar se quedó mirándome sin saber qué decirme, al rato me dijo “lo felicito”, puesto que él había querido alguna vez estudiar filosofía, pero su familia no lo dejó. En ese momento pensé en usted cuando me decía que estudiar filosofía no era para todo el mundo y que yo era un privilegiado en poder estudiarla, pero yo le respondía que mi proyecto de vida era ser médico y no licenciado en filosofía o filósofo, aunque le dedicaba tanto tiempo a las lecturas filosóficas como a estudiar sus libros de anatomía. 

Cuando se fue el auxiliar, me puse a observar el movimiento en la sala de cirugía, miré específicamente la intervención en la administración del suero intravenoso. Para este procedimiento debe haber una bolsa de suero, un tubo de plástico, una aguja, y un catéter, se colocan según el orden nombrado y empieza la administración del suero al paciente. Lo anterior me hizo pensar en la problemática del movimiento de Aristóteles, dado que hay un punto A (bolsa del suero) y un punto B (vena del paciente), en donde el suero pasa de estar en la bolsa a entrar al torrente sanguíneo. Por lo tanto, uno se pregunta ¿cómo es posible este movimiento? Y ¿en dónde está el movimiento? 

Físicamente es claro la bolsa a 65 grados por encima del paciente, la fuerza de la gravedad hace que el líquido de la misma baje por el tubo de plástico se introduzca en la aguja y entre por el catéter a la vena del paciente. Por lo tanto, el movimiento se lleva a cabo por un algo que hace que el líquido empiece a bajar, a lo anterior en términos aristotélicos se le puede llamar la actualización del que mueve al tener la capacidad de mover como la actualización de la capacidad de ser movido. Es decir, hay algo que actúa y algo que padece. En este caso el movimiento del suero está mediado por todo el mecanismo que está implementado, pero recuerde doctor que cuando el paciente tiene deshidratación, se tiene que aplicar una fuerza a la bolsa para que baje mucho más rápido, es decir debe haber un contacto directo que aplique una fuerza a la bolsa, lo que hace que el movimiento sea mucho más rápido. 

Ahora, ya sabemos cómo es posible el movimiento, pero queda la pregunta ¿en dónde está el movimiento? En el proceso mismo, es decir en las dos actualizaciones o cuando el suero está ya en el torrente sanguíneo del paciente, en otras palabras, cuando cumple su función. Aristóteles nos dice que el movimiento está en lo movido, pero viene de lo moviente, por ejemplo, no es lo mismo enseñar que aprender, aunque sean dos cosas que se llevan a cabo en el mismo momento, cuando usted me enseñaba, yo estaba aprendiendo y cuando yo estaba aprendiendo, usted me estaba enseñando. La diferencia radica en la definición, uno define distinto enseñar y aprender al igual que el movimiento es distinto, es decir, el movimiento de quien enseña es distinto al que aprende, pero para Aristóteles la actualización es una numéricamente, lo que cambia es la definición conceptual. Con respecto a nuestro ejemplo no es lo mismo suministrar que recibir, pero su actualización es una y la definición conceptual es diferente. 

Toda mi reflexión anterior me hizo pensar en sus palabras de que la filosofía es una forma de vida y sé haga lo que se haga siempre está ahí. 

Cordial saludo. 

Un tal Ángel Espitia

Oda, Diana C. Botero


Oda al movimiento



¿Qué es esto tan difícil de expresar?

Lo experimento todo el tiempo, más no lo puedo descifrar.

Arriba y abajo, a la derecha y a la izquierda,

Me muevo por doquier, pero no sé lo que es.

Tus ojos se desplazan de un lado para otro,

Pero cuando duermes son puro reposo

Y al despertar, les es imposible parar.

Lo primitivo y lo esencial son cuestiones del más allá,

Por esto el movimiento no se puede explicar.



Inspirada en algunas odas de Quinto Horacio Flaco.
Tema: Aristóteles, Física III, 1-3.

Carta abierta, Ingrid Bohórquez

Para: alguien que se pregunte por el movimiento

Querido alguien que no sé quién es, pero sí sé que existes y sé que te preguntas qué es el movimiento, quiero decirte que un viejo filósofo antiguo afirmó que “el movimiento es la actualidad de lo potencial en cuanto tal” ¿pero cómo entender lo que es el movimiento? Es cierto que aunque esta afirmación es clara es difícil para ti entender qué es el movimiento. Para que puedas entender esto quiero que pienses qué es ser potencial. Te ayudo, lo potencial se dice de aquello que puede llegar a ser algo; por ejemplo el bronce está en potencia de llegar a ser una estatua, es decir, ese ser algo del bronce es la estatua en potencia. 

Ya aclarado esto, nos resta decir ¿cómo el movimiento es la actualidad de lo potencial en cuanto tal, pero cómo entender la actualidad? A saber, ¿el movimiento es el producto, la estatua, o es el proceso? Si notas lo que estoy poniendo en juego me has entendido, así que lo que estoy intentando solucionar es si aquel filósofo de la antigüedad se refería al movimiento como un proceso o un producto, es decir, como una actualización (ἐντελέχεια) o una actualidad (ἐνέργεια). Frente a esta distinción permíteme aclarar lo siguiente, aunque en español se puede hacer la distinción entre actualización y actualidad en el léxico griego no hay tal distinción, de manera que actualización (ἐντελέχεια) y actualidad (ἐνέργεια) son lo mismo. 

Teniendo claro lo anterior, sin embargo la distinción nos sirve para explicar qué es y cómo entender el movimiento, pues esta misma trae consigo debates de filósofas y filósofos que han estudiado el tema del movimiento. Así que de la anterior distinción obtenemos dos interpretaciones frente a lo que es el movimiento, la primera interpretación la llamaré A y a la segunda B. En la interpretación A se menciona que el movimiento es una actualización, es decir, sería un proceso y no producto. En la interpretación B en cambio se dice que el movimiento es una actualidad, un producto. Si decimos que el movimiento es un producto decimos que el movimiento como actualidad de lo potencial en cuanto tal está referido a la potencia. Y se afirma esto, porque, en esta interpretación el en cuanto tal está referido a la potencialidad y no a la actualidad. Por el contrario si decimos el que movimiento es un proceso, el en cuanto tal está referido a la actualidad. Espero comprendas lo que te estoy diciendo. 

De la anterior interpretación se siguen consecuencias como la siguiente: si el movimiento es la actualidad de lo potencial en cuanto actualidad, estaríamos diciendo que lo potencial que es actualizado vuelve a su actualidad, por ejemplo el bronce (no estatua) es potencialmente estatua pero al momento de la actualización el movimiento no se da en términos de ir del bronce a la estatua, sino como se trata de la actualidad, es el volver al bronce. A saber esta interpretación (A) del movimiento se vuelve circular. De manera que la interpretación B rechaza la circularidad del movimiento y en cambio postula que el movimiento es la actualidad de lo potencial en cuanto potencialidad, es decir, en esta interpretación el bronce que es potencialmente estatua en su actualidad alcanza el fin en sí mismo de ser estatua. A saber el movimiento como ἐντελέχεια hace referencia a cuando se alcanza el telos, su fin, el ser estatua. 

Ya habiéndote explicado las dos interpretaciones finalizo mi disertación aquí, pues mi objetivo no es decirte cuál de los modos de entender el movimiento es el más correcto y cuál el menos. Para finalizar quiero agradecerte por haberme prestado atención y espero entiendas y que mi disertación haya sido pertinente frente a qué es el movimiento. 

De: alguien que se pregunta por el movimiento.

Carta, Miguel Ángel Espitia

15 de septiembre del 2016

Apreciado lector, 

Tengo el agrado de dirigirme a ti con el propósito de informarte sobre una temática que está en los pensamientos de quienes amamos el conocimiento. El tema sobre el que te escribo versa sobre la pregunta por el movimiento, quizás pienses que es algo común puesto que se ve en la realidad, pero la pregunta no va dirigida a saber si existe o no el movimiento, sino a conocer la definición del mismo. Esta pregunta por la definición ha sido desarrollada por Aristóteles en su libro titulado la Física específicamente en el libro III, en donde nos dice que “el movimiento es la actualidad de lo potencial en cuanto tal”. Esta definición es oscura puesto que nos suscita preguntarnos qué es la actualidad, lo potencial y a qué se refiere con la terminación “en cuanto tal”. 

El término actualidad es la traducción de la palabra en griego ἐντέλεχεια, que también es traducida por actualización, y según sea la traducción que se tome la interpretación es distinta. Por ejemplo, si se traduce actualización se estaría defiendo el movimiento como un proceso que se lleva a cabo, mientras que si se toma la palabra actualidad se entiende como un proceso terminado. Y sea cual sea la palabra que se tome genera muchos interrogantes, dado que, si se define el movimiento como un proceso, esto equivale a decir que el movimiento es un movimiento, lo cual es tautológico, ya que es una definición circular. Pero si se dice que es la actualidad como un proceso terminado, se está diciendo que el movimiento es la actualidad de lo potencial para cambiar, en donde el término “actualidad” no se toma como un movimiento, sino que este está en lo potencial. 

Ahora bien, el término potencial es la traducción de la palabra griega δυνάμει que se deriva de la expresión potencia, a saber δύναμις que según Aristóteles es el principio del movimiento o del cambio que está en otro, por ejemplo, si alguien construye una casa, la potencia no está en la casa, sino en quien la construye en este caso en el constructor, pero también se llama potencia a aquellas cosas que llegan a ser lo que son, por ejemplo, la semilla llega a ser un árbol, puesto que la semilla es en potencia un árbol. Sin embargo, existe otro sentido, a saber, la potencia es el principio de corrupción, debido a que accidentalmente puede llegar a ser otra cosa que lo que estaba dado a ser. Por lo tanto, dejo a tú disposición querido lector para que concluyas, según tu propio razonar, cual es la mejor manera de entender cada término para poder definir el movimiento. 

Pero antes de despedirme querido lector te dejo otro interrogante ¿a qué se refiere Aristóteles con la expresión “en cuanto tal” (ᾖ τοιοῦτον)? Puede ser tanto a la actualidad o actualización según sean tus criterios para decidirte por alguna traducción, o puede referirse a lo potencial. Y no olvides qué implicaciones tiene si se responde a favor de la una o de la otra. Por ahora mi querido lector, espero que esta carta sea una ayuda para tu diario vivir y te deleites de esta pequeña muestra de lo que amamos quienes decidimos dedicar nuestra vida a la filosofía y a la enseñanza de la misma. Cuídate.


Un tal Ángel Espitia