miércoles, 22 de octubre de 2014

Escritura espontánea, Catalina Camino

Sobre algunos de los ensayos de Montaigne

Había creído que era mejor pensar con cuidado lo que iba a escribir antes de hacerlo, pues no quería cometer ningún error que después quisiera borrar, pues eso  sería simplemente deshonesto con el ejercicio propuesto.  Después, tras leer a Montaigne, me di cuenta de que lo más sensato era simplemente dejar volar mi escritura, dejar que tal vez lo poco o mucho que hubiera captado entre las líneas de sus cortos ensayos fueran la guía de mis manos. Puede que tal vez lo que estoy tratando de hacer no encaje con ningún tipo de escritura o con lo que el autor propone, no lo sé; sin embargo, si mal no recuerdo las palabras (escritas o dichas) solo valen la pena si salen alegre y libremente.  
En conformidad con lo leído, he llegado a pensar que no hay forma de garantizar que el medio que elegimos para un fin nos lleve a él. Tal como lo muestran los ejemplos que da Montaigne en su primer ensayo,  pese a que distintos medios nos puedan llevar a un fin semejante, no podemos garantizar la efectividad de esos medios. No sé si tal vez estoy diciendo cosas que no van en línea con lo que dice el autor pero, de todos modos, habrá que tener en cuenta que lo que escribo ahora está plasmado tal y como me sale, sin mucha consideración. Además, no escribo esto con ningún fin, no espero que sea leído en clase ni tampoco que tenga alguna consideración en especial; es más, ansío con todas mis fuerzas que este documento no sea conocido por mucha gente. En parte, porque puede que esté plasmando un poco de mí en él, al ser realizado de manera tan “suelta” y, también, en parte, porque creo que no me he podido liberar de los yugos que suponen las determinadas maneras de escribir que se enseñan en el campo de la filosofía. De modo que este tipo de libertad al decir o querer decir algo me hace sentir un poco insegura.
En fin, continuando con lo leído; quisiera resaltar la idea de que el hombre es un ser cambiante, un ser diverso y que, por eso mismo, lo que opine o juzgue de determinada cosa está y estará sujeto a cambio. Además, como seres (considero) bastante emocionales, también las emociones influirán en el cambio de un juicio, por ejemplo: cuando se está enamorado o enamorada, los juicios que se pudieran tener sobre esa persona en el pasado varían y, además, se vuelve difícil tener completa neutralidad con respecto a sus errores y falencias. 
 Somos criaturas que se pueden ver afectadas por cualquier cosa; recuerdo, con ello, una vez que imaginé que nosotros éramos como hormigas y que Dios era ese niño malvado con la lupa frente al rayo del sol; eligiendo uno por uno qué infortunio haría de llegar o de permitir. Luego me dije que tal vez uno siempre busca hallar un motivo para la desgracia, una razón que justifique el dolor o los improperios y que, de pronto, eso no tenía que ligarse a nada más que a uno mismo. Así, siempre nos hemos de empeñar en algo, en buscar razones, en realizar preguntas; tal vez por naturaleza, tal vez para justificar nuestros errores o, tal vez, porque no hemos encontrado la ruta para lograr entrar al hormiguero cuando el rayo se avecina. 
No tengo mucho más que escribir, he tratado de no pensar demasiado en lo que letra por letra voy diciendo, sino de decirlo y ya. Además, ahora tengo que pensar  qué título le pondré a lo que escribí, pues considero que fue una decisión inteligente el decidir ponerlo al final porque, de haberlo escrito antes, no tendría la oportunidad de corregirlo o de hacerlo ahora, que no se me ocurre nada más para decir.

Bibliografía
Montaigne, Michel. Ensayos. Tomo I. Trans Marie-José Lemarchand. Madrid: Gredos. 2005

sábado, 18 de octubre de 2014

Meditación, Diana Sánchez


Sobre el Ser y su morada en el interior. Más allá del yo pienso

Cada vez que tengo un tiempo para mí, para pensar, no dejo de preguntarme ¿Qué soy? En esta ocasión me preguntaré lo mismo pero trataré esta cuestión con mayor importancia. No dejaré que pase por mi pensamiento de manera fugaz, esta vez retendré la cuestión en mí y le daré la importancia que tiene.
La pregunta me aqueja cuando camino por la calle pero cuando me dispongo a meditar sobre ella: el grito de alguien, el ruido de los carros, las voces, el viento, la sonora cotidianidad distraen mi pensamiento. En otras ocasiones en medio de los trabajos del hogar y los compromisos universitarios resuena de nuevo, pero vuelve a escaparse de mí cuando recuerdo lo rápido que pasa el tiempo y lo poco que he avanzado en las labores diarias. Cuando veo a mi hijo y juego con él, creo ver en sus ojos, como a través de una ventana, su interior; esta vez ya no es la pregunta la que resuena en mí, esta vez veo una fuerza que me impulsa al encuentro con la verdad, al encuentro con alguna respuesta.
Quiero en esta ocasión buscar un refugio para meditar; afortunadamente en Bogotá todavía se encuentran lugares en los que se puede respirar aire fresco, apreciar el movimiento de los árboles y ver algunas mariposas. Pero sobre todo busco un lugar silencioso y tranquilo. También tengo conmigo algunos alimentos como frutas, queso y leche que me darán la energía que necesito y me ayudarán en caso de que el hambre me interrumpa.
Veo en los árboles el movimiento, las mariposas volar encima de las flores, veo el movimiento de las nubes y me pregunto ¿Qué es lo que mueve estas cosas? ¿Será acaso algo en su interior? ¿Qué me ha movido hasta aquí? ¿Qué puede haber en mi interior que dé respuesta a lo que soy?
Hasta ahora he entendido que soy cosa pensante, pero esta afirmación parece durar muy poco, pues esta identidad dura mientras la pienso, mientras tengo conciencia de que soy cosa pensante. ¿Puede acaso una idea tan fugaz constituir mi ser? Ésta idea puede fundamentar la ciencia, puede constituir un principio para el conocimiento, incluso puede ser un criterio de verdad, pero acaso puede responder a la pregunta ¿qué soy? Parece que la pregunta por el qué soy no se agota en el yo pienso. ¿Qué le pasaría a Descartes en su viaje al interior? ¿Acaso solo pudo encontrar el yo pienso? ¿No existe algo más?
Me detendré un poco en las preguntas y volveremos a la naturaleza. Parece que, en las cosas, el movimiento se da por otras es decir, por la relaciones de unas con otras, es cierto también que a veces me parece que tuvieran una fuerza intrínseca, porque puedo contemplarlas como si se movieran de manera independiente y no en relación. Pero cuando lo pienso mejor me es difícil contemplar un árbol fuera de la naturaleza, es como si al contemplarlo de esta manera (apartado) perdiera la fuerza que lo mueve. Entonces entenderé que las cosas de la naturaleza se mueven en relación.
Aun no encuentro alguna razón para entender que no solo soy cosa pensante, sino también cierta fuerza y además las preguntas se han multiplicado. ¿Es posible que la fuerza que mueve la naturaleza, sea la misma que constituye mi ser? Pero, ¿entonces mi ser se mueve en relación con qué? ¿O existe una fuerza intrínseca en mí? ¿Será ésta mi ser? Tomaré un descanso, me siento agotada y creo que es necesario detenerme, no quiero que me invada un afán por terminar, por concluir la meditación; comeré un poco de las frutas que he traído y tomaré un poco de leche, en verdad no creo que pueda entenderme como un objeto pasivo que dependa de otro para moverse, pues veo que cuando llueve corro para no mojarme y puedo entender que la lluvia hizo que me moviera. Pero es cierto también que muchas veces cuando llueve me he quedado quieta viendo como las gotas caen sobre mí.
Entonces existe una fuerza en mí que hace que me mueva o que decida quedarme quieta, una fuerza que me motiva también a entenderme como cosa pensante. Quiero dejar claro que primero soy una fuerza y luego puedo entenderme como cosa pensante. Soy una fuerza que piensa, que siente, que se mueve por sí misma, que no necesita permanentemente ser movida por algo de afuera; es una fuerza que está dentro mí y que soy yo, la que me impulsa a conocer, a amar, a temer, a soñar, a pensar.

Hasta aquí he podido afirmar que soy fuerza antes que cosa pensante y que de manera dudosa aún, parece que no necesito ser movida por nada fuera de mí. Es todo por hoy, creo que resuenan otras preguntas que no traté en esta meditación y son: ¿Cuál es el origen de esa fuerza? Sé que reside en mi interior ¿Pero seré yo misma la que la produce o acaso algo externo a mí? ¿Puedo yo producir una fuerza tan grande que me constituya cómo ser? ¿Será obra de alguna otra fuerza, tal vez mayor? Me es necesario meditar después, por ahora debo irme, la cotidianidad reclama mi presencia, es necesario incorporarme en el tiempo nuevamente y volver a la vida práctica.

jueves, 16 de octubre de 2014

Meditación, David Alejandro Fonseca

Luego de intentar cumplir con las no pocas condiciones que exige la meditación, a saber, el ocio seguro, la despreocupación, la comodidad existencial, la serenidad vital, el retiro, la distancia, la soledad y el estar dispuesto a meditar. Encuentro que de ellas únicamente puedo contar con la disposición, la soledad y en un menor grado la serenidad vital. Así pues, me dispongo a tener un dialogo interno, es decir, a meditar. 
Escudriñando en mi memoria encuentro los primeros acercamientos que tuve con las Meditaciones Metafísicas de Descartes, un acercamiento que se dio hace pocos años, en primer lugar, tengo presente en mí la siguiente afirmación: la existencia de Dios en Descartes no es más que el resultado del miedo que lo agobiaba por la posibilidad de ser ahorcado al igual que Galileo, es decir, que Descartes escribe sus meditaciones sólo por su miedo a la horca. Dicha afirmación me resulta poco convincente y talvez engañosa, luego de estudiar cuidadosamente las Meditaciones Metafísicas, lo que implica que cada cual como lector pueda y quiera meditar seriamente y desprender la mente de los sentidos, a la vez que de todos los prejuicios. 
En este punto hallo y desentraño las principales causas que me llevaron al prejuicio y a juzgar de manera apresurada de que las Meditaciones Metafísicas son sólo resultado del miedo de Descartes a la horca. Inicialmente, me topo con que en el primer acercamiento, como lector no tenía la disposición y ni siquiera conocía la relevancia de cumplir con las condiciones exigidas por el mismo Descartes, por lo que, las ignore arbitrariamente. En segundo lugar, tengo el recuerdo en mi mente de haber estudiado sólo las meditaciones que se consideraban centrales, es decir, que pase por alto la advertencia de Descartes de que las meditaciones están interconectadas, tienen un curso o hilo de acción que debe seguirse juiciosamente para que sean bien percibidas. 

Meditación, Vicky Espitia

Por Dios sigues existiendo cuando dejo de pensarte

Sábado en mi casa, mis hijas están donde su abuelita, mi Carlitos está trabajando; me encuentro en la casa con un gran interés de darle vueltas a algo que había visto en la clase pasada. Quiero tratarlo, darle via libre en mi pensamiento, que me permita si es posible una certeza en la noción del cogito. Tanto para entenderlo de una mejor manera o para concluir que no es posible mantenerlo en mis pensamientos.
Viendo el sol pasar por mi ventana, con sus grandes rayos de luz, me siento en mi sofá y enciendo una vela como introducción a mi práctica con el ejercicio; práctica que en mis tiempos juveniles utilizaba para leer la biblia logrando lo que ella misma insinúa “leer entre líneas” o lo que proponía la espada de la serie de gatos “ver más allá de lo evidente”.
Alisto mi porta, la luz, el ejercicio (su nombre completo es el ejercicio de la mente), un vaso de agua, mi cuaderno y mi esfero y retomando mi practica del silencio de las celebraciones, pero esta vez yo sola como participe comparto el ejercicio mientras pienso…
Descartes, después de cinco meditaciones en las que lo acompañe a ser osado al atreverse a dudar: dudo de todo lo que hasta el momento le habían enseñado como verdad, fue capaz de dudar de años de tradición. Preguntaba el cómo saber que no era falso lo que vivía, si pienso en un genio maligno que pueda ser el fabricador de  mis ideas del mundo engañándome de lo que sería la verdad. Un genio maligno que confabulado con  mis sentidos me engañe todo el tiempo: cuando de lejos pienso que el que está pasando por la calle es mi papá, el que camine sea el señor de la tienda.
No siendo suficiente, el gran placer de dormir se le convirtió en una algo confuso con la realidad que le permitiría dudar. Él volvía a sentir placer cada noche que en sus sueños se aparecía Elizabeth. Comentaba que llegaba a tener sueños que no podría diferenciar de la realidad. En ambos admiraba a Elizabeth.
Así, Descartes estaba en ese escenario de soledad en el que te sientes solo con tus pensamientos. Soledad, pensamientos, que le permitieron reafirmar su existencia. Iniciando con proposiciones como: soy una cosa que piensa llego a su cogito “Pienso luego existo”. Recuerdo que cuando lo leí me pareció una excelente deducción de su meditación, sin embargo, se preguntó por su existencia mientras no pensaba, que pasa en ese momento, porque efectivamente no dejaba de existir.
Y en este momento de su meditación llega la idea más clara y distinta para Descartes “Dios”.  Dios sigue permitiendo que el cogito se mantenga, legitima al cogito al convertirse él en su creador y  conservador. Dios como creador y conservador del ser humano permite que éste siga siendo, existiendo. 
Mi mente se detiene un momento y recuerdo el Dios Cristiano y me pregunto: ¿Cuál de los dos Dioses creadores de seres humanos y existentes nos haría menos daño al pensamiento humano: el Dios de Descartes o el Dios de Cristianismo? O si el mismo Descartes negó la existencia del genio maligno, por qué se cree en el diablo… llego mi familia.

Meditación, Catalina Camino

Sobre Dios, que no podemos saber si existe
Tengo cuidado al escribir, pues solo quiero dar cuenta de aquello de lo que me siento medianamente segura. En estos días, he procurado por tener la disposición y el espacio adecuado para considerar todo lo que pasaba por mi mente; de ello, no he logrado sino tener más dudas que certezas, lo cual me ha producido algo de enojo. Sin embargo, considero que el sólo hecho de lograr estar un poco más cerca de mis pensamientos y de las cosas que están en mi cabeza, sin tener que considerar algunos de los conceptos que tradicionalmente se me han repetido, es un gran avance.
Pues bien, antes de empezar a procurar estar más cerca de mis pensamientos, empecé por buscar un silencio absoluto, lo cual resultó bastante inquietante, pues era más el sueño que me producía, que la concentración que podía obtener. Así, opte por poner un tipo de música que me tranquilizara, un tipo de música cuyo mensaje iba a ir algo en contra de lo que yo iba a considerar: el reggae. Posteriormente, me ocupé de no tener hambre, de no tener frío ni calor, de no tener nada que pudiera lograr que saliera de mí misma para entrar en algo más. Habrá que admitir que es muy difícil lograr estar cien por ciento concentrada, más en alguien como yo, que se distrae fácilmente.
Cuando tuve todo listo, quise escucharme atentamente y logré entender, que para considerar algunas cosas del mundo y entenderlo se debe partir desde el comienzo, esto es: el origen. “¿De dónde venimos? ¿Para dónde vamos? ¿Con que fin existimos?” fueron algunas de las preguntas que me asaltaron inicialmente. Luego noté que probablemente a mí y a millones de personas les asaltaba eso a diario, así que tenía que considerar algo más sencillo, más concreto. De ese modo, pensé que en vez de preguntar de dónde venimos, debía preguntarme por una de las respuestas que se han dado a esta pregunta: Dios. ¿Es posible que exista un Dios? ¿Tenemos los medios para saber si existe o no existe?
En ese punto, no pude evitar recordar algunas de las teorías sobre la existencia del mundo, sobre nuestro origen, lo cual no me resultó del todo infructuoso. Pensaba que tal vez debería tener en cuenta que no es posible haber salido de la nada y que todo debe tener un inicio pero, al tiempo, consideraba que puede que el nuestro nos resulte aún más desconocido de lo que creemos o peor, imposible de conocer. Así, vale escribir un poco de lo que pensé de ellas, pues de ahí se desprende lo único que tuve por cierto.
La teoría creacionista vino a mi mente y me di cuenta que me resultaba molesto pensar en ella. Dios todo creador nos había hecho y aparte de hacernos, nos amó y, sin embargo, nos permite dolores y nos condena si no usamos la facultad de elegir, que supuestamente nos dio, para elegirle a él y obrar según sus reglas. He creído que parte de las malas referencias que uno puede tener sobre Dios, incluidas las que ahora señalo, han venido de los mismos hombres. Ideas que surgen para condenarse entre sí, para llenarse de miedo, para procurar un cierto tipo de elección. ¿Para qué? No lo sé y creo que no debo ahondar mucho en eso, pues me extendería en cuestiones de más.
También tuve en cuenta una de las teorías científicas: el big bang. Creí que no debía tenerla muy presente pues los conocimientos científicos que están en mi mente son limitados. Sin embargo, me ceñí a mi sentido común y a la idea de que los conocimientos de todos los hombres sobre todo son limitados. La nada explotó, dicen básicamente, y yo pensaba y concluía: ¿cómo es posible que la nada explote? ¿Para que algo explote, no necesita tener algo que lo motive a explotar?
Así llegué a la idea de que los hombres nos hemos preocupado demasiado por ofrecernos respuestas sobre nuestro origen pero que, incluso hoy en día, resultan insatisfactorias. En mis consideraciones, develo que las respuestas sobre el origen que están ligadas a la fe o al amor o que sitúan nuestra creación en algún ente externo, son en sí algo que se asume de forma meramente personal y que, por tanto, no pueden ser consideradas una verdad.
También puedo ver, considerando una de las respuestas de la ciencia, que lo que se ha ligado a nuestra razón y a nuestro conocimiento del mundo, de una u otra manera, también ha resultado insatisfactorio ya que nos propone algunas dudas y algunas ideas sobre cosas que no tenemos la facultad de conocer. El universo es infinito y, nosotros, no.
Puedo decir que considero que la existencia de Dios y las respuestas sobre el origen se han venido tratando desde dos perspectivas: la fe y la razón. En cuanto a la fe, cabe mencionar que no podemos basar una noción de verdad en algo que es meramente emocional y que, por tanto, no podemos afirmar por medio de ella que exista un Dios. En cuanto a la razón, no puedo evitar recordar que he aprendido que tiene límites; que no todo nos es posible de conocer y que por eso, aun con la ciencia de por medio, estamos destinados a no entender ciertas cosas que nos atañen, como por ejemplo: nuestro origen.
Así, concluyo que no tenemos los medios, las facultades o como se le quiera decir, para poder afirmar de manera contundente si existe o no un Dios y que por tanto, somos también incapaces de saber si existe.